¿Qué parte de su trabajo podría hacer hoy en día de manera más eficiente y rápida la inteligencia artificial (IA)? Esta es una pregunta que dejó de ser un tabú o que se debate solo en conferencias académicas o de recursos humanos y ya se volvió un tema de conversación que se trasladó a las cafeterías, medios de transporte y salas de la casa, entre otros espacios cotidianos más. Y es que el Foro Económico Mundial en su estudio El Futuro del Trabajo 2025 calculó que, de aquí a 2030, la automatización y la inteligencia artificial eliminarán 92 millones de empleos, pero crearán 170 millones más.
El reto ahora se traslada a la capacidad de adaptación de la gente, puesto que el 22% de esos roles actuales serán transformados, obligando a millones de personas a reaprender mientras el cambio ya está en marcha. En Colombia, este año se han visto grandes señales de esta transición. De hecho, estudios como uno realizado por la compañía tecnológica SAP comprueban que más del 70% de las compañías nacionales ya han interectuado con dicha herramienta, optimizando algunos procesos con IA. Hablando de ejemplos concretos, uno de ellos se dio en julio de 2025, cuando el diario La República publicó su primera edición impresa apoyada en inteligencia artificial, utilizando un sistema que reescribe artículos digitales para el papel bajo estándares editoriales estrictos, dejando ver que esta herramienta tecnológica bien utilizada puede optimizar algunas tareas de dicho oficio, capacidades que deben estar adoptando ya los periodistas para ejercer su labor con mayor agilidad, pero sin perder rigor periodístico, enfrentando retos éticos.
Sin embargo, meses después, El Espectador enfrentó la otra cara de la moneda, puesto que un practicante publicó artículos generados con IA y sustentados en fuentes inexistentes, lo que llevó a su despublicación tras una revisión interna. Estos dos episodios, aunque existen muchos más en el país, abrieron un mismo telón de fondo: la inteligencia artificial ya está haciendo tareas que antes eran exclusivamente humanas, incluso en oficios que parecían blindados por el criterio profesional.
Ese escenario local dialoga con una advertencia más amplia. OpenAI, la empresa detrás de algunos de los modelos más avanzados del mundo como ChatGPT, publicó este año varios informes sobre la transformación de la IA en el empleo. El primero fue Trabajos en la Era de la Inteligencia y el segundo GDPVAL: Evaluación del rendimiento de modelos de IA en tareas económicamente valiosas del mundo real, estudios diseñados para medir cuánto pueden reemplazar las inteligencias artificiales actuales el trabajo humano en tareas reales. El resultado fue incómodo. Pues en decenas de funciones la IA ya iguala o supera el desempeño de profesionales, lo hace más rápido y a menor costo.
IA ya gana la partida en tareas concretas
Hablando concretamente del segundo estudio de OpenAI, este evaluó entregables reales —informes legales, reportes financieros, presentaciones técnicas, planes de atención médica— distribuidos en 44 ocupaciones de nueve sectores. Cada resultado fue revisado por expertos que no sabían si el trabajo provenía de una persona o de una máquina. En ese “examen a ciegas”, los modelos más avanzados ganaron una proporción significativa de los casos.
Los datos son reveladores. En empleados de mostrador y alquileres, la IA superó al humano en el 81% de las tareas; en gerentes de ventas, en el 79%; en funciones de envíos, recepción e inventarios, en el 76%. Editores registraron un 75%, desarrolladores de software un 70% y periodistas un 53%. Incluso abogados aparecen con un 46%. Cabe acotar que el estudio advierte que este no es un ranking de despidos, pero sí un mapa claro de vulnerabilidad frente a la automatización de algunas de esas funciones.
Para Alejandro Ruiz Hernández, gerente de Experis en Antioquia y vocero de ManpowerGroup, estos números deben leerse con cuidado. “No son los empleos completos los que están en riesgo, sino ciertas tareas dentro de ellos”, explicó, agregando que, evidentemente, las más expuestas son las repetitivas, predecibles y basadas en reglas. Procesamiento de datos, atención transaccional estandarizada y funciones administrativas rígidas son el terreno natural de la automatización. En cambio, los roles que combinan conocimiento técnico con juicio humano muestran mayor resiliencia.
Además, el Foro Económico Mundial coincidió en el diagnóstico, aunque amplía el foco. Su Informe sobre el Futuro del Empleo 2025 proyectó que el 86% de los empleadores espera que la IA transforme sus negocios antes de 2030. Para entonces, los humanos realizarán solo el 33% de las tareas de forma exclusiva; el resto será trabajo de máquinas o esquemas híbridos. La frontera ya no es humano versus tecnología, sino humano con tecnología.
Periodismo en la mira: entre la eficiencia y el riesgo
Pocas profesiones ilustran mejor esa tensión que el periodismo. El caso de La República mostró un uso asistido y controlado de la inteligencia artificial, puesto que la herramienta no investiga ni decide, pero sí reescribe y optimiza textos para el impreso, liberando tiempo de los periodistas para tareas de mayor valor. Pero la otra cara que seguro dejó aprendizajes y cuestionaminetos en todos los medios del país, fue el episodio de El Espectador donde se evidenciaron los riesgos de usar IA sin verificación ni criterios editoriales, fuentes falsas, patrones repetitivos y pérdida de confianza.
92
millones de empleos son los puestos de trabajo que se perderán en el mundo de aquí a 2030, por efecto de la IA.
Para OpenAI, el periodismo aparece con un 53% de “victorias” de la IA en tareas específicas. Para los expertos, esa cifra no implica que la profesión esté condenada, sino que ciertas funciones —reescritura, resumen, estructuración básica— ya pueden automatizarse. “La IA puede producir texto, pero no reemplaza el juicio, el contexto ni la responsabilidad ética”, señaló Juan Ferrer, socio de BCG y líder de la práctica de Personas y Organización para Sudamérica. En su análisis, lo que desaparece primero es el “trabajo de máquina”: tareas mecánicas que pueden ser delegadas a sistemas automáticos.
Ese desplazamiento no es exclusivo de los medios. Ocurre en banca, seguros, retail, logística y salud. En el territorio nacional, explicó Ferrer, ya se ven procesos de scoring automático de créditos, automatización de siniestros y análisis predictivo en ventas. El efecto no es la eliminación inmediata del rol, sino su transformación: menos digitación, más análisis; menos rutina, más decisión.
El error más común, coinciden, es tratar la IA como una moda o una amenaza abstracta. En los trabajadores, eso se traduce en pasividad o en un uso superficial que genera contenido de baja calidad. En las empresas, en adoptar herramientas aisladas sin rediseñar procesos ni formar a las personas. La tecnología, advierten, no es un atajo automático hacia la eficiencia.
Andrés Barrantes, líder regional para América Latina de la firma de servicios profesionales Blend360, resaltó la importancia de saber formular buenas preguntas y tomar decisiones en entornos complejos. “Así seamos profesionales, no podemos desconocer que tenemos que saber interactuar con la inteligencia artificial. Es fundamental capacitarse en IA. No necesariamente tiene que ser un curso de doctorado, puede ser una especialización, una maestría o simplemente un diplomado donde pueda aprender a hacer preguntas, saber definir enfoques y evitar que la inteligencia artificial alucine”, señaló.
Los sectores que ya sienten el golpe en Colombia
Aterrizados al contexto nacional, Barrantes Bernal identificó al sector financiero, el marketing, la atención al cliente y el comercio electrónico como los primeros en sentir el impacto de la IA en el empleo. En estos campos, la automatización de procesos, el uso de agentes virtuales y la generación de contenido han reducido tiempos y costos, desplazando tareas repetitivas. Sectores como Gobierno, educación y salud avanzan más lento, pero no están exentos.
A su vez, Juan David Gómez, gerente de THT, firma multinacional de talento humano, es más directo al enumerar los perfiles más vulnerables hoy: empleados de entrada de datos, traductores, representantes de atención al cliente, redactores de contenido básico, auxiliares contables, asistentes legales, programadores junior y diseñadores gráficos de nivel básico. A su juicio, la IA aún no ha generado una ola de despidos masivos, pero sí ha ralentizado la contratación y elevado las exigencias para nuevos perfiles.
El Foro Económico Mundial refuerza ese punto: los empleos administrativos y de oficina lideran el declive global, mientras que crecen los roles asociados a tecnología, análisis de datos y transición verde. El balance final será positivo en términos de número de empleos, pero profundamente desigual en términos de habilidades requeridas.
No es el fin del trabajo
Uno de los consensos más claros entre los expertos es que la inteligencia artificial no elimina tanto como transforma. El gerente Experis Región Antioquia recordó que el 84% de las empresas planea mantener o aumentar su fuerza laboral, pero con nuevas competencias digitales. Ferrer añadió que el impacto neto depende de una decisión estratégica: recortar personal o reinvertir la productividad en nuevos servicios y capacidades.
Ese dilema es central para el país. En un mercado laboral con alta informalidad (56,1% a octubre de 2025, según el Dane) y brechas educativas, la velocidad del cambio puede convertirse en un factor de exclusión. El Foro Económico Mundial estimó que el 39% de las habilidades actuales quedarán obsoletas de aquí a 2030. La pregunta no es solo qué empleos desaparecerán, sino quién tendrá la oportunidad de adaptarse.
También, el estudio de Open AI Trabajos en la Era de la Inteligencia señaló al respecto que “una encuesta de AWS–Access Partnership encontró que el 73% de los empleadores priorizan la contratación de trabajadores con habilidades en IA. Además, los puestos que incluyen habilidades en IA conllevan una prima salarial promedio del 56%, casi el doble que el año anterior, según el Barómetro Global de Empleos de IA 2025 de PwC”, explicaron, ampliando que en una encuesta reciente a propietarios de pequeñas empresas estadounidenses, tres de cada cuatro —incluidos tres de cada cuatro propietarios que emplean a menos de 10 personas— consideran que la competencia de los empleados en IA es clave para el futuro de su negocio.
Por ende, se puede inferir que la integración de la inteligencia artificial en el trabajo no se parece a un apocalipsis laboral, pero tampoco a una transición suave. Es un proceso de redistribución profunda, donde algunas tareas desaparecen, otras emergen y muchas cambian de forma.
¿Disminuirá la contratación en 2026?
Aunque parezca un ejemplo lejano, esa transformación también se reflejó en los indicadores macroeconómicos y en la forma como el mercado empezó a leer la relación entre productividad, tecnología y empleo en Estados Unidos. Un análisis difundido por la cuenta especializada Depresión Económica mostró una divergencia cada vez más marcada entre el desempeño de Wall Street y el comportamiento del mercado laboral estadounidense. Desde finales de 2022, el índice S&P 500 mantuvo una tendencia al alza sostenida, mientras que el número de vacantes de empleo descendió, pasando de ser más de 12 millones en 2020, hasta ubicarse apenas por encima de los 7,2 millones para 2025. Esta brecha evidenció que la recuperación financiera no avanzó al mismo ritmo que la demanda de nuevos trabajadores.
El punto de inflexión no pasó desapercibido. La separación entre ambos indicadores comenzó a ampliarse justo después del lanzamiento de ChatGPT, en diciembre de 2022, lo que reforzó la idea de que la adopción acelerada de inteligencia artificial coincidió con un cambio en la dinámica del empleo. Si bien el análisis no estableció una relación causal directa, sí dejó ver una señal estructural: las empresas lograron sostener o incluso aumentar su productividad sin necesidad de expandir sus plantillas al mismo ritmo que en ciclos anteriores. La tecnología empezó a absorber tareas que históricamente requerían más personal, especialmente en funciones administrativas, analíticas y de soporte.
Este fenómeno evidenció una nueva tensión en el mercado laboral. Mientras los mercados financieros celebraron mayores márgenes, eficiencia operativa y expectativas de crecimiento, el empleo mostró signos de enfriamiento, no necesariamente por una destrucción masiva de puestos, sino por una menor creación de vacantes. En ese contexto, la pregunta dejó de ser si la economía estaba creciendo y pasó a centrarse en cómo lo estaba haciendo. El debate se desplazó hacia si esta desaceleración en las contrataciones fue coyuntural o si, por el contrario, anticipó un cambio estructural en la forma como se define el trabajo, la productividad y el valor del talento humano en la era de la inteligencia artificial.
En todo caso, la discusión que queda abierta, pues no es si estas herramientas reemplazarán empleos, como se ha evidenciado en países como EE.UU., sino quién llegará preparado a trabajar con ella cuando el cambio ya dejó de ser noticia y se está convirtiendo en una nueva realidad en la que hay que convivir.