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Conozca al hombre detrás del éxito en la formación de porteros de Atlético Nacional

Desde que se retiró en 2012 convirtió su amor por el arco en un proyecto que hoy deja huella. La escuela de porteros del club verdolaga, nacida con método, visión y vocación humana, se ha transformado en una auténtica cantera de talentos y en un ejemplo de formación integral.

  • Milton Patiño es un apasionado por la formación de porteros, pero también por formar grandes seres humanos que le aporten a la sociedad desde cualquier ámbito. FOTO JAIME PÉREZ
    Milton Patiño es un apasionado por la formación de porteros, pero también por formar grandes seres humanos que le aporten a la sociedad desde cualquier ámbito. FOTO JAIME PÉREZ
hace 58 minutos
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Desde que colgó los guantes en 2012, Milton Patiño no se alejó nunca del arco. Al contrario, decidió habitarlo desde otro lugar: el de la enseñanza, el de la formación, el de la construcción de un legado. Exportero profesional y confeso hincha de Atlético Nacional, Patiño convirtió una inquietud personal en un proyecto institucional que hoy se refleja en nombres propios, procesos sólidos y una huella humana que trasciende lo deportivo: la escuela de porteros del club verdolaga.

El sueño comenzó a tomar forma entre 2013 y 2014, en un contexto dirigencial que permitió pensar a largo plazo. Bajo la presidencia de Juan Carlos de la Cuesta, con Víctor Marulanda como director deportivo y Nelson Reyes al frente del fútbol formativo —hoy vinculado a Barranquilla Fútbol Club—, Nacional se propuso algo ambicioso: estructurar un proyecto específico para la formación integral de arqueros, emulando canteras históricas del fútbol colombiano y mundial, como aquella recordada escuela del Deportivo Cali que durante años surtió al país de grandes guardametas, como Óscar Córdoba, Farid Mondragón y Miguel Calero (q.ep.d), entre otros.

No era una idea improvisada. Desde el inicio, el proyecto se ajustó a una metodología clara y rigurosa, basada en la segmentación por edades, la definición de objetivos generales y específicos, contenidos técnicos y tácticos bien delimitados y, sobre todo, mecanismos de evaluación constantes para medir los procesos. Todo ello, acompañado por el respaldo de un grupo interdisciplinario de la institución, entendiendo que el arquero no solo se forma desde el entrenamiento bajo los tres palos, sino también desde lo físico, lo psicológico y lo humano.

En aquel momento, la pregunta rondaba incluso dentro del propio club: ¿por qué Atlético Nacional debía tener cuatro o cinco porteros de primer nivel al mismo tiempo? Basta con mirar hacia atrás para entender la magnitud del reto y la visión del proyecto. Entre 2013 y 2015, el verde contaba con nombres como Franco Armani, Gastón Pezutti, Cristian Bonilla, Necco y Camilo Vargas. Un lujo que parecía, para algunos, insostenible a futuro. Sin embargo, el tiempo terminó dando la razón a quienes apostaron por el proceso. La elección fue acertada y la metodología, bien guiada, empezó a mostrar resultados.

Bajo esa estructura, y con el paso de los años, la escuela de porteros de Atlético Nacional ha sido cuna de talentos que hoy compiten en el fútbol profesional, tanto en Colombia como en el exterior. Allí se formaron arqueros como Kevin Mier, hoy figura en Cruz Azul de México; Sebastián Guerra, en Águilas Doradas; Jhon Figueroa, en Jaguares; David Agudelo, en Libertad FC; Walberto Agámez, en Bogotá FC; Kevin Cataño, en Real Cundinamarca; y Mateo Valencia, que continúa en el propio Nacional. A esa lista se suman nombres como Cristian Arrollave, Edimer Zea, Juan David Ramírez, Juan José Uribe y Luis Marquínez, todos parte de un proceso que no se mide únicamente por los que llegan a la élite, sino también por los que se forman en el camino.

El proyecto no fue obra de una sola persona. Patiño reconoce el paso y el aporte de varios profesionales que enriquecieron la escuela con su conocimiento y experiencia: Félix Serna, el profesor Edigson “Prono” Velázquez, Johnny Yepes y, de manera especial, José René Higuita, a quien destaca como un bastión fundamental. Su aporte permitió afinar la entrenabilidad en todas las categorías, organizar los métodos de trabajo y gestionar contenidos específicos y generales en un puesto tan complejo como el del arquero. “No es fácil segmentar, entrenar y evaluar”, suele repetir Milton, consciente de que cada proceso exige paciencia, rigor y convicción.

Por las manos de esta escuela han pasado más de 60 porteros en los últimos cinco o seis años del fútbol formativo. No todos llegaron al profesionalismo, y Patiño lo dice sin rodeos, pero con orgullo. Algunos tomaron otros caminos: hoy hay chefs, abogados, incluso pastores, que alguna vez defendieron el arco verdolaga en divisiones menores. Familias enteras que siguen agradecidas por la huella que dejó Atlético Nacional en la vida de sus hijos. Para el exportero, ese quizá sea uno de los logros más grandes del proyecto: demostrar que la formación va más allá del resultado deportivo y que la condición humana también hace parte del ADN del club.

“Mi deseo siempre ha sido que Atlético Nacional tenga en su estructura organizacional un departamento de porteros constituido y reconocido a nivel nacional e internacional, como hoy lo poseen los grandes clubes del mundo”.

Más de una década después de su retiro, Milton Patiño puede mirar atrás y entender que su sueño ya no es solo suyo. Es una realidad que se construyó con método, personas y valores. Un proyecto que no solo fabrica arqueros, sino que forma seres humanos y consolida a Atlético Nacional como una institución que piensa el fútbol desde el futuro.

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