Un conjunto de extraños dientes fosilizados descubiertos en República Dominicana y otras islas del Caribe han sido descrito como pertenecientes a un cocodrilo extinto con la complrexión de un galgo.
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De gran altura, algunas especies alcanzando los 6 metros de longitud, dominaron los paisajes sudamericanos tras la extinción de los dinosaurios hasta hace unos 11 millones de años. La nueva investigación amplia su hábitat hacia el norte.
Hace tres décadas, investigadores descubrieron dos dientes de aproximadamente 18 millones de años en Cuba. Con una forma cónica y pequeñas y afiladas dentaduras especializadas para desgarrar la carne, pertenecían inequívocamente a un depredador en la cima de la cadena alimentaria. Pero durante mucho tiempo, los científicos no creyeron que existieran depredadores terrestres tan grandes en el Caribe.
El misterio se agravó cuando apareció otro diente en Puerto Rico, este de 29 millones de años. Los dientes por sí solos no fueron suficientes para identificar a un animal específico, y el asunto quedó sin resolver.
Eso cambió a principios de 2023, cuando un equipo de investigación desenterró otro diente fosilizado en la República Dominicana, pero esta vez, venía acompañado de dos vértebras. No era mucha información, pero sí suficiente.
Último refugio
Los fósiles pertenecían a un sebécido, y el Caribe, lejos de no haber tenido nunca grandes depredadores terrestres, fue un refugio para las últimas poblaciones de sebécidos al menos 5 millones de años después de que se extinguieran en el resto del mundo.
Un equipo de investigación describió las implicaciones de su hallazgo en un nuevo estudio publicado en las Actas de la Royal Society B.
Los sebécidos fueron los últimos supervivientes de los notosuquios, un grupo grande y diverso de cocodrilos extintos con un registro fósil que se remonta a la era de los dinosaurios. Representaban una amplia gama de tamaño, dieta y hábitat, y eran notablemente diferentes de sus parientes los cocodrilos, ya que la mayoría vivían exclusivamente en tierra.
Los sebécidos se comportaban como dinosaurios carnívoros, corriendo tras sus presas con sus cuatro largas y ágiles extremidades y desgarrando la carne con sus infames dientes. Algunas especies podían alcanzar los 6 metros de longitud y contaban con una armadura protectora formada por placas óseas incrustadas en la piel.
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La extinción masiva de hace 66 millones de años que extinguió a los dinosaurios no aviares casi destruyó también a los notosuquios. En Sudamérica, solo los sebécidos sobrevivieron, y con la desaparición de los dinosaurios, rápidamente se convirtieron en el depredador máximo.
El mar abierto que separa las islas del Caribe y la Sudamérica continental habría representado un serio desafío para que un sebécido terrestre pudiera cruzarlo a nado. Al encontrar los fósiles, el equipo de investigación reveló posible evidencia que respalda la hipótesis de GAARlandia.
Esta teoría sugiere que una vía de puentes terrestres temporales o una cadena de islas permitió en el pasado que los animales terrestres viajaran desde Sudamérica hasta el Caribe.
Si, como plantean los científicos, los dientes aserrados descubiertos en otras islas del Caribe también pertenecieron a un sebécido, la historia de estos reptiles gigantes se extiende más allá de la República Dominicana. Habrían ocupado y moldeado los ecosistemas de la región durante millones de años.
Sin embargo, hoy en día sería difícil encontrar evidencia de los grandes depredadores terrestres. En su ausencia, depredadores endémicos más pequeños, como aves, serpientes y cocodrilos, han evolucionado para llenar el vacío en la cadena alimentaria.
“No habría sido posible predecir esto considerando el ecosistema moderno”, afirmó en un comunicado Jonathan Bloch, curador de paleontología de vertebrados en el Museo de Historia Natural de Florida. La presencia de un gran depredador es realmente diferente de lo que imaginábamos, y es emocionante pensar en lo que podría descubrirse próximamente en el registro fósil del Caribe a medida que exploramos más atrás en el tiempo.
Esta revelación coincide con observaciones similares que ecólogos han descrito en todo el mundo. Las islas son conocidas por actuar como “museos de biodiversidad”, proporcionando un refugio que permite que plantas y animales sobrevivan incluso después de que sus especies emparentadas se hayan extinguido en el continente.
Aunque los trópicos se encuentran entre los lugares con mayor biodiversidad de la Tierra, gran parte de su historia natural sigue siendo un misterio. Por eso, según Bloch, son las regiones más importantes, aunque desafiantes, para el estudio de los paleontólogos.