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Por Mauricio Perfetti del Corral - mauricioperfetti@gmail.com
La popular canción El año viejo, compuesta por Crescencio Salcedo e inmortalizada por Tony Camargo, recuerda las cosas buenas que deja el año que termina. Algo similar puede decirse de 2025, que arrojó algunos resultados positivos en la economía: el buen desempeño del café y del oro, así como el auge extraordinario de las remesas del exterior, factores que favorecieron un mayor consumo de los hogares y contribuyeron a mejorar el crecimiento y la generación de empleo. También son buenas noticias la realización del Censo Económico y la creación del Sistema Educativo Indígena Propio (SEIP), una contribución relevante al reconocimiento de la educación propia en un país pluriétnico.
La canción, sin embargo, no alude a los infortunios ni a los aprendizajes que también deja el año viejo y que conviene no pasar por alto. Entre ellos destacan un elevado déficit fiscal, que llevó a incumplir la regla fiscal y presiona las tasas de interés; una deuda externa alta; una inversión que no logra recuperarse; una inflación que no termina de ceder y una informalidad creciente.
En las postrimerías del Gobierno, este año deja además una reforma a la salud cuyo balance es negativo para el país: un sistema desfinanciado, escasez de medicamentos y muertes evitables —como la de Julián Zapata, bien reseñada por Aurelio Suárez en Semana—, tal como lo señaló en X Andrés Vecino, del Hopkins IHHS. A ello se suman el aumento de las quejas, el menor acceso efectivo a los servicios y un mayor gasto de bolsillo de los hogares. Por eficaz que sea el discurso y la propaganda oficial, cargados de emotividad y confrontación, los hechos los contradicen.
Se suma a este panorama una “paz total” que ha coincidido con un deterioro significativo de los indicadores de seguridad, devolviendo al país a escenarios de miedo y zozobra que se creían superados; un sistema energético en riesgo y una democracia en vilo, afectada por una polarización elevada que erosiona la confianza, la gobernabilidad y el capital social.
Quedan, no obstante, aprendizajes ineludibles. Es indispensable votar con responsabilidad por candidatos y candidatas preparados para gobernar, que no improvisen y que crean en la democracia, la Constitución, las leyes y las instituciones, y las respeten. El discurso de odio y el que promueve la confrontación de clases resultan dañinos y contraproducentes. No es menor que el 68 % de los jóvenes entre 18 y 24 años considere que los empresarios quieren explotar a los trabajadores o no comparten la riqueza del país, según la Encuesta sobre Polarización en Colombia de Valiente es Dialogar.
La Navidad, por su parte, recuerda el valor inmenso de la vida humana y fundamenta principios como la dignidad, el cuidado del otro, la reconciliación, la compasión y la esperanza. Ojalá reivindiquemos esa humanidad que nos es propia, y no solo por unos pocos días. En ello radica lo que puede salvarnos de la incoherencia y de un mundo al borde de una nueva y probable guerra, con las atrocidades que tan bien describió Héctor Abad en su más reciente libro.