María Erminia Roda, de 69 años, hoy por fin vive el sueño que esperó durante casi cuatro décadas: tener una casa digna en el mismo terreno donde nació, creció, crió a sus hijos y hoy espera pasar tranquila sus últimos años. Ese anhelo, que durante tantos años pareció inalcanzable, tomó forma después de que su historia se conociera el pasado 7 de noviembre, en una publicación de EL COLOMBIANO, que narraba su lucha cotidiana y su deseo profundo de mejorar su hogar.
De la mano de la Fundación Un Viejo Favor, esa publicación desató una cadena de ayudas que hoy se traducen en muros nuevos, un techo seguro y la ilusión de una vida con más dignidad. La respuesta de la comunidad fue inmediata. Alrededor de $20 millones fueron recogidos entre pequeñas y grandes donaciones. Algunos ciudadanos aportaron dinero; otros, su tiempo; otros, conocimientos. Un ingeniero que colabora con la fundación revisó las obras sin costo, y sumado a esto, varios vecinos contribuyeron ayudando a cargar materiales.
“EL COLOMBIANO yo diría que es el medio que le hace favores a Un Viejo Favor. Esto es una red. Del caso de Doña Erminia se están desprendiendo unos 15 o 20 favores en la comunidad, porque las personas del mismo barrio están contribuyendo y esto es una ayuda también para ellos”, expresó Santiago Jaramillo González, director de la fundación Un Viejo Favor.
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Para ver cómo avanzaba la reconstrucción, visitamos la vivienda de doña Erminia en Belén Aguas Frías, el mismo lugar donde crecieron ella y sus siete hermanos, y dónde 39 años después de la muerte de su madre, aún con los estragos del tiempo y el clima, siguió resistiendo. Allí, entre obreros voluntarios, paredes recién levantadas y materiales apilados, nos recibió doña Erminia, con la emoción intacta y unas lágrimas que reflejaban agradecimiento.
“Estoy supremamente feliz. Cada día le doy más gracias al señor y a todos ustedes que me ayudaron. Esa casa fue la herencia que me dejó mi madre”, expresó Erminia.
Antes de que la fundación Un Viejo Favor, la comunidad y los lectores pusieran en marcha esta cadena solidaria, la casa estaba al borde del colapso.
“A mi casa le caían goteras, el baño ya estaba a punto de caerse, todo se caía y yo vivía poniendo ollitas por la lluvia, hasta en la cama me caían goteras. Cuando había temblores de tierra, yo le pedía mucho al señor para no sentirlos. Hubo muchos temblores y mi hijo me llamaba a preguntarme cómo me había ido, preocupado porque pensaba que la casa se me había caído encima”, añadió.
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La vida de doña Erminia no ha sido fácil. Ha enfrentado la pérdida de su hija, Diana Patricia Marín, quien falleció por un dengue hemorrágico a los 23 años y dejó dos hijos.
Desde ese momento, su hijo César Augusto ha sido su luz y bastón en los tiempos difíciles. Erminia ha criado nietos, ha sobrellevado enfermedades, cirugías, diabetes y tratamientos permanentes. Ha resistido porque, como ella misma dice, el sueño de tener un techo digno era el motor para seguir adelante.
“Sufro del corazón y el riñón, me quitaron la leche, me quitaron muchas cosas. Por eso, mi casa es mi alegría, mi sueño es tenerla. Mi hijo es el que ve por mí. Mi felicidad sería poder vivir ahí con mi hijo”, indicó.
El sueño de doña Erminia no hubiera tenido un desenlace feliz sin el esmero de la Fundación Un Viejo Favor, un proyecto que nació en la pandemia y que, hasta la fecha, ha realizado 4.128 favores a personas vulnerables, madres cabeza de familia y adultos mayores.
Santiago Jaramillo es el artífice detrás de este proyecto. Un productor de televisión y comunicador social de Medellín, que dio vida a esta iniciativa a partir de una reflexión sobre lo que necesitaban los adultos mayores para tener una vida digna. Con el tiempo, su idea fue transformándose, hasta convertirse en una red de apoyo que hoy beneficia no solo a personas mayores, sino a cualquier ciudadano que lo necesite. A partir de esto, ideó una especie de “fábrica de favores” que, desde 2020, sigue funcionando.
Los favores que ha hecho la fundación son variados y cada uno refleja el esfuerzo de miles de personas que quieren aportar y contribuir con un grano de arena a quienes más lo necesitan. La fundación ha entregado sillas de ruedas, neveras, computadores y lavadoras; ha pagado servicios públicos, donado mercados, entre otras ayudas que, para quien no tiene nada, significan todo.
“Es una cadena de favores como lo que hace el periódico que imprime mil periódicos o cinco mil ediciones; y todos llevan el mensaje, y es unámonos en esta causa, hagamos ese favor como el caso de doña Erminia, como todos los que ha publicado este periódico”, expresó el director de la fundación.
Mientras los trabajos avanzan, Erminia observa su casa con ojos de esperanza y con una fe intacta, con la que visualiza en aquellos ladrillos un sueño por fin culminado: después de 39 años, recibir el año nuevo en su hogar renovado.
“Gracias a todos. Espero que el señor le siga ayudando a las otras personas que estén necesitadas, como lo hizo conmigo”, concluyó Erminia.