En plena Copa Libertadores 2025, cuando el foco estaba puesto en goles, estrategias y clasificaciones, un protagonista inesperado captó la atención de fanáticos, medios y redes sociales sin siquiera tocar una pelota. Segundo Castillo, exvolante de la selección de Ecuador y actual entrenador del Barcelona de Guayaquil, decidió saltarse los códigos tradicionales del banco de suplentes: cambió el buzo técnico por trajes de gala cuidadosamente seleccionados y, sin proponérselo, se convirtió en un fenómeno viral.
Su inusual estilo le valió elogios desde el mundo de la moda, comparaciones con estrellas de Hollywood y hasta un apodo: “Sir Second Castle”. Sin embargo, la Conmebol no compartió el entusiasmo. A comienzos de junio, el organismo lo sancionó con una multa de 50.000 dólares por “publicidad encubierta”, luego de detectar en uno de sus trajes un pin con el logo de la Lotería Nacional de Ecuador, algo que el reglamento prohíbe al tratarse de marketing no autorizado.
Para Castillo, vestir elegante no era un acto de rebeldía sino de inspiración: “Siento que tengo que estar a la altura de mis jugadores y del club en el que estoy”, explicó en una entrevista con Forbes Ecuador. Según contó, su estilo nació de la experiencia adquirida en Inglaterra —donde militó en clubes como Everton y West Ham—, donde la etiqueta era parte del protocolo. Pero en Sudamérica, su presencia fue interpretada como una ruptura total de los códigos establecidos.
Todo comenzó en la Fase 3, cuando enfrentó al Corinthians luciendo un clásico smoking blanco con solapa negra y moño. El impacto fue inmediato. Las redes se llenaron de memes, halagos y comparaciones, y el apodo “Sir Second Castle” se viralizó. En partidos posteriores, repitió su apuesta: un traje negro sobrio para la fase de grupos, un audaz smoking de leopardo en el duelo ante River Plate —donde apareció el polémico pin— y, para cerrar el torneo, un traje rosa pastel que terminó por consolidar su personaje público como ícono de estilo en el fútbol sudamericano.
La sanción impuesta por la Conmebol —que será descontada de los ingresos televisivos del club— marcó un límite institucional a su expresión estética. El organismo argumentó que el pin era una forma de “marketing de emboscada”, prohibido por el Manual de Clubes. Castillo, por su parte, prefirió guardar silencio tras la sanción, aunque allegados aseguran que el técnico no se arrepiente. “No me interesa lo que digan, yo me siento cómodo así. Es parte de mi identidad”, habría comentado a su entorno.
Barcelona SC ya estaba eliminado del torneo cuando estalló la polémica. Pero más allá del rendimiento deportivo, el paso de Segundo Castillo por esta edición de la Copa dejó una marca indeleble. Con cada traje, desafió las fronteras entre la imagen, la disciplina y el espectáculo. En una competencia que suele castigarse por su rigidez, él abrió un debate inesperado: ¿hasta dónde puede llegar la autoexpresión en un deporte con reglas tan estrictas?
Segundo Castillo no levantó una copa ni clasificó a octavos, pero sin duda fue uno de los grandes protagonistas del torneo. En un mundo donde todo comunica, su ropa se convirtió en estrategia, declaración y legado. En definitiva, demostró que, incluso en el banco de suplentes, se puede brillar.
