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Rompiendo estereotipos en la música clásica: el liderazgo de Ana María Patiño, nueva directora de la Filarmónica de Medellín

Nacida en La Unión, educada en Eafit y en la Zürcher Hochschule der Künste, Ana María Patiño es la primera directora titular de la Orquesta Filarmónica de Medellín.

  • El tiempo de Ana María Patiño frente a Filarmed comienza en febrero de 2026. Desde ya trabaja en los repertorios e invitados de las próximas temporadas. Foto: Esneyder Gutiérrez.
    El tiempo de Ana María Patiño frente a Filarmed comienza en febrero de 2026. Desde ya trabaja en los repertorios e invitados de las próximas temporadas. Foto: Esneyder Gutiérrez.
04 de julio de 2025
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Ana María Patiño empezó pronto, a los cinco años. Primero tocó el saxofón en una banda municipal. Luego, en un ascenso de vértigo, fue una de las alumnas aventajadas del maestro Alejandro Palacio. Ya en este punto había cambiado el saxo por la batuta. Después se fue para Europa, trabajó muchísimo, enfrentó los prejuicios de los europeos y los miedos de los latinoamericanos. Se graduó con honores de una de las escuelas de dirección con más renombre internacional. Ha ganado premios, ha dirigido en muchas partes, en tantas que su vida pasa en hoteles y aeropuertos. Y justo ahí, en la plena flor, ha sido escogida para dirigir titularmente por tres años a Filarmed. EL COLOMBIANO habló con ella, uno de los tesoros de la música clásica de Latinoamérica.

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¿Cuáles fueron las primeras impresiones después de que supiste de que eras la nueva directora titular de Filarmed?

“Es un sueño muy grande para mí poder regresar a la ciudad. Me alegra que la orquesta le apueste a tomar una decisión que yo creo que es correcta, pero igual es una decisión audaz, una decisión distinta. Esta es una apuesta por alguien diferente de lo que se cree que debe ser una persona para esta posición. Me inspira iniciar esta relación con una institución que tiene un mensaje tan importante para dar”.

Supongo que la audacia de la decisión está en que existe una idea general de que los directores titulares son hombres mayores. Vos estás rompiendo esos paradigmas aquí...

“Sí, totalmente. Me siento muy emocionada desde hace meses. Me alegra mucho poder ser un referente para los jóvenes. Creo que es el sueño más importante para mí. Sí, es verdad que existe esa idea de lo que es un director, no solo acá sino en el mundo. Soy un poco todo lo contrario a eso. Y yo creo que está bien, creo que esta decisión le da un mensaje importante al país y a Latinoamérica, de que se pueden hacer las cosas de una manera diferente”.

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Hagamos un poco de historia. Comenzaste tu carrera musical en La Unión con el saxofón...

“Sí, comencé a los cinco años en la banda de La Unión. Todavía recuerdo que mi mamá me llevó a la Casa de la Cultura de La Unión y durante la infancia no me volví a ir nunca de ahí. Fueron unos años maravillosos porque era muy distinto a como es ahora, pero estudiar en el colegio en un pueblo en esa época era muy sano, era muy tranquilo. Entonces, yo estudiaba con los amigos que también estaban en la banda. Fue una época tan feliz de tocar música con mis amigos.

Tuve un enamoramiento grandísimo de la música hecha con pasión, con ganas, pero el asunto de la dirección creció en mí muy pronto. Tengo muchos recuerdos de tener 12, 13 años y sentir una inspiración inmensa por hacer eso, por mover las manos y por mostrarle a mis amigos lo que sentía yo que debería se la música. Quería en ese momento dirigirlos.

En mi carrera todo ha pasado muy rápido. Hice mi pregrado en Eafit con Alejandro Posada, trabajé con él desde cero en Iberacademy, cuando la institución no era lo que es ahora. Me acuerdo de mover sillas y atriles, pegar partituras, asistirlo a él. Y también recuerdo la época en la que hice mis prácticas académicas con la Filarmónica de Medellín”.

¿Seguís practicando el saxofón?

“No tanto como antes, no tengo mucho tiempo, pero sí me siento muy conectada a la música colombiana, latinoamericana a través del saxofón, que es un instrumento más de ese lado. No fue sencillo para mí, el saxofón no es tan cercano al mundo sinfónico o clásico. Y ese era un mundo importante para mí que no podía ignorar. El saxo siempre será parte de mi vida, por supuesto”.

¿Hubo alguna dificultad de pasar del saxofón a la dirección?

“No, yo lo sentí muy natural. Cuando era saxofonista sí sentía que me estaba de alguna manera perdiendo un mundo grandísimo de música sinfónica. Y yo quería hacer música sinfónica, me enamoré de la música clásica de orquestas, me enamoré de las orquestas, del sonido de las orquestas.

El saxo me ha permitido tener una visión muy interesante de lo que es la música en todo sentido y yo creo que hoy en día puedo tejer una relación muy especial entre la música académica y la música popular y folclórica gracias al saxofón”.

Siempre has mencionado la importancia de las bandas en tu carrera...

“Las bandas son el corazón de este país musical. Mi hermano hizo una investigación sobre eso precisamente y entrevistaba a un compositor increíblemente importante que es Víctoriano Valencia. Y hablábamos mucho de eso. Las bandas han sido actores de profunda transformación social. Lo que hace una banda sinfónica bien encaminada en un pueblo es increíble. Afortunadamente hay muchas alcaldías que las apoyan, pero hay muchas que no. Hay que trabajar para eso. Cuando hay una banda sinfónica en un pueblo se transforman los niños y las niñas en ese espacio de recogimiento, de creatividad, pero también de disciplina. O sea, una banda sinfónica bien encaminada, con los recursos que necesita hace un trabajo increíble de transformación social. Los niños no solo se transforman ellos, sino que de repente se transforman el entorno familiar, el colegio. Es una cosa increíble. Son como un nido de cambio social impresionante”.

Explícanos la diferencia entre una banda y una orquesta...

“La banda sinfónica es una agrupación que está conformada por vientos. Las bandas sinfónicas tienen muchísimos clarinetes, flautas, saxofones, trompetas, trombones, tubas, la percusión normal, algunas han metido un poquito de cuerda. En su mayoría, las orquestas tienen instrumentos de cuerda: violines, violas, chelos, bajos, contrabajos. Y lo interesante es que las orquestas tienen una cantidad de vientos más reducida, son más pequeñitos. Generalmente son cuatro cornos, en las bandas también más o menos así. Pero cuando en una banda 14, 16, 18 clarinetes, en una orquesta esos son los violines”.

¿Qué recuerdas de la época en Eafit con el maestro Alejandro Posada?

“¡Todo! Empecé a estudiar con el maestro en el 2015 e Iberacademy ya venía construyéndose, ya venía como en esa ebullición de cosas increíbles que pasan hoy. Pero claro, fue el momento en el que empezó todo de una manera aceleradísima. Me acuerdo estar con el maestro, asistirlo, ir a ensayos, ver que venían directores, solistas, sobre todo Roberto González, que nos transformó a todos la vida musical, la inspiración. Me acuerdo de todo, me acuerdo de las clases del maestro Posada, de su manera tan única de enseñarnos, de cómo también él se fue transformando a través del proceso con Iberacademy, cómo Iberacademy nos cambió a nosotros también la vida, me permitió estudiar en Europa y luego volver en conciertos muy emocionantes, uno de ellos con la maestra Blanca Uribe, después fui a Salzburgo a hacer una gira con la orquesta”.

En la rueda de prensa en que se conoció tu nombramiento hablaron del papel del maestro Andrés Orozco en ese proceso. Hablemos de esa tradición de músicos y directores antioqueños...

“El ejemplo máximo son ellos dos, Alejandro y Andrés. Alejandro como mi maestro, mi mentor. Tengo en la memoria la primera vez que me vio dirigir, la vez que me dijo: “Yo quiero ser tu profesor”, la primera vez que fui a sus clases. El maestro me ha acompañado siempre, ahora de una manera distinta, pero siempre que tengo algo importante lo llamo, le cuento, le pregunto y estamos en una comunicación constante. Antes del lanzamiento, lo llamé a agradecerle mucho por tantas cosas.

Andrés y yo nos conocimos hace más o menos 10 años. Él me invitó a ser su asistente con la Orquesta Filarmónica Joven de Colombia. Por supuesto, Andrés ha sido el referente de todos, no solo directores, sino músicos de este país y trabajar con Andrés en esa época fue superimportante para mí. Yo tenía unos 19 años y verlo trabajar, conversar con él, fue fundamental. Me ha acompañado en momentos importantes, el año pasado que hice un concurso muy importante él estuvo superpendiente de mí. Siempre que pasan cosas buenas, Andrés me escribe, apoyándome y diciéndome cosas muy importantes.

Ellos dos han sido fundamentales no solo para mí, para esta ciudad, para este país”.

Luego de tu paso por Eafit, te fuiste para Europa. Háblanos de esa experiencia de migración...

“Fue muy duro. Me fui a estudiar a Zurich. Principalmente por el maestro. O sea, yo no tenía planes en mi vida, no había soñado nunca me voy a ir para Suiza. Fue absolutamente circunstancial. Un gran amigo y mentor que es Roberto González, una persona absolutamente importante para mí musicalmente, uno de mis grandes héroes que también afortunadamente es un gran amigo, me recomendó la escuela de Zurich y me abrió el mundo de Zurich. Yo no conocía al maestro de allá.

Cuando empecé a investigar, resultó ser una eminencia de la pedagogía de la dirección y el programa en Zurich absolutamente importante en el mundo, en Europa. Yo me acuerdo de decir en cualquier lugar que yo estudiaba con él y la gente inmediatamente decía: “Ay, no, no puede ser, increíble”.

Desde el primer momento en que llegué me sentí en otro planeta, con una responsabilidad de ser profesional y entonces dirigí un montón esos 2 años, dirigí orquestas profesionales. Fue como un laboratorio de aprendizaje y estudié y tenía obras cada mes, una cantidad de repertorio increíble.

Pero paralelamente a eso yo me iba para Europa por primera vez a vivir allá y fue difícil. Tenía el apoyo de Iberacademy. Suiza es un país extremadamente costoso. Mis padres me ayudaron muchísimo. Tuve que trabajar muchísimo para poder sostener todo lo que tenía que sostener.

Siempre había admirado mucho a los colegas que se iban del país y cuando yo lo hice mucho más porque fue muy duro. Esos dos años fueron duros, aprendí mucho y fue el mejor momento del aprendizaje, pero emocionalmente fue difícil. Por eso, uno de los propósitos grandes que tengo con Filarmed es generar espacios de fortalecimiento de la salud mental de nuestros músicos”.

Tienes la idea de que no basta con ser un buen músico. Dices que hay que conocer el contexto...

“Sí, yo creo que hoy en día más que nunca hay que ser un artista superintegral. Está superperfecto dedicarse a un instrumento, porque al final eso es lo que hacemos. Pero yo sí creo que no hay que encasillarse, hay que tener una visión súper global de lo que hay que hacer. Sí hay que ser un buen intérprete, pero hay que ser curioso. Hay que fortalecer el oficio de cosas alrededor, de cosas buenas, de otras artes, que siempre van a ser súper enriquecedoras.

Creo que lo más importante es la sensibilidad con el entorno, tener muy claro el contexto, no solo para poder adaptarse a él, sino también para ver qué podemos hacer. Yo creo que uno tiene que llegar a todos los lugares y pensar que cuando se vaya estén mejores”.

¿Cuáles son las canciones que suenan constantemente en tu cabeza o en tu celular?

“Primero, lo que estoy estudiando, eso suena todo el día. Hay unas épocas en que escucho mucha música latinoamericana. Me acuerdo de mi papá y escucho a Mercedes Sosa, a Silvio Rodríguez. Hay otras épocas en las que escucho más rock en inglés. También escucho a Daft Punk, Radiohead. Tengo otras épocas en las que escucho mucho a Shakira, que me encanta; a Adele”.

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