Elder José Arteaga Hernández, más conocido como alias el Costeño o Chipi, era hasta hace unos días el hombre más buscado del país. Su rostro apareció en carteles de recompensa por $300 millones, señalado como el coordinador logístico del atentado que mantiene en estado crítico al precandidato presidencial Miguel Uribe Turbay.
Su captura, confirmada en las últimas horas por fuentes oficiales, podría ser la clave para esclarecer quién ordenó el ataque.
De barbero en Engativá al crimen organizado
Antes de ser identificado como el presunto jefe de sicarios detrás del atentado, alias el Costeño era un rostro familiar en el occidente de Bogotá. En el barrio Villas del Dorado, cerca al aeropuerto El Dorado, operaba una barbería llamada Capital Barbershop, donde cortaba cabello y publicaba orgulloso sus trabajos en redes sociales. En esas fotos, que datan de entre 2020 y 2021, se le ve sonriente, tatuajes en brazos y manos visibles, rodeado de clientes.
Vecinos y excompañeros relatan una doble vida: mientras en el día administraba un negocio popular en la zona, en la trastienda, según testimonios, se movía marihuana y tusi. “Una vez llegaron unas motos con paquetes y se metieron a un cuarto. Salieron con la nariz soplada. Me paré y me fui”, contó bajo reserva un cliente habitual del lugar.
Conocido en el barrio como Chipi, se decía que era oriundo de Urabá y tenía conexiones con el microtráfico desde hace años. Aunque tenía una familia, se separó de su esposa y, según vecinos, seguía moviéndose por el sector de El Muelle sin ocultarse, pese a que las autoridades ya lo buscaban.
El cerebro detrás del atentado
Las autoridades sostienen que Arteaga Hernández fue quien reclutó al joven sicario, un menor de 15 años, y coordinó el plan criminal que terminó con el atentado a Miguel Uribe el pasado 7 de junio en Modelia. Las cámaras de seguridad lo registraron en la escena: vestía tenis rojos y caminaba cerca del menor, momentos antes de que este disparara al político a la cabeza.
Alias Gabriela, una joven de 19 años también capturada, confesó que el Costeño fue quien la contactó y le pidió buscar a un “menor suicida”, alguien vulnerable, preferiblemente sin padres ni redes de apoyo. La promesa: si lograba asesinar al político, el pago sería de $10 millones; si no, recibiría entre $600.000 y $700.000.
La Fiscalía también logró identificar a alias el Costeño en una reunión con alias el Viejo en una estación de gasolina días antes del atentado. Según las autoridades, allí se definieron los roles: la entrega del arma, la ruta de escape y los actores implicados.
Viejos conocidos del crimen
El general Carlos Triana, director de la Policía Nacional, afirmó que alias el Costeño tiene más de 20 años en el crimen, con antecedentes por extorsión, lesiones personales, desplazamiento forzado y violencia intrafamiliar. Aunque inicialmente se sospechó de vínculos con las disidencias de las Farc, la Policía asegura que se trata de delincuencia común organizada.
Junto a él, aparece en el radar alias el Hermano, otro viejo conocido, con quien compartió cárcel. Ambos, asegura la Policía, pusieron su estructura criminal al servicio del atentado. La fiscal general, Luz Adriana Camargo, enfatizó que más que capturas, lo que se busca es llegar al autor intelectual.
¿Quién dio la orden?
Esa es la gran incógnita que la Fiscalía espera resolver con la captura de alias el Costeño. Su rol como presunto cerebro del atentado lo convierte en el único que podría revelar el nombre de quien pagó por la vida de Miguel Uribe. De fondo, también está la pista de un poderoso criminal en Ecuador, aunque esa línea aún no ha sido confirmada.
Hoy, mientras el país sigue conmocionado por el atentado y Uribe lucha por su vida, va quedando al descubierto la red criminal que se esconde detrás. Alias el Costeño, el barbero de El Muelle, pasó de cortar cabello a dirigir uno de los atentados políticos más graves de los últimos años.