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Algo qué dejar

Ser jardineros para que nuestros muertos tengan un lugar a donde volver es, espiritualmente, una idea poética sobre el legado y la permanencia de nuestra existencia más allá de la vida física.

hace 4 horas
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  • Algo qué dejar

Por Sara Jaramillo Klinkert - @sarimillo

Los que se van, no se van del todo: quedan asuntos por resolver, facturas por pagar, vueltas por hacer. Ni la muerte se escapa de la burocracia, sus zarpazos arañan con una indiferencia apabullante. Un muerto es tan solo un muerto y al sistema no le importa, no le duele. Entiérralo, haz los trámites, paga las cuentas y sigue con tu vida.

Los que se van, no se van del todo, quedan sus pertenencias. Nadie sabe lo que tiene un muerto hasta que le toca vaciar la casa en la que vivió, cerrar los asuntos que dejó pendientes, encontrarle un destinatario a cada cosa que haya atesorado. Los amigos, la familia, el jardín, la caridad: ahí está tu muerto repartido en millones de fragmentos. No importa si poseía mucho o poco, siempre queda algo y no me refiero sólo a cosas materiales, también dejamos ideas, huellas, legados, frases, formas de pensar.

En Farenheit 451, Ray Bradbury escribió: «Mi abuelo decía que al morir tienes que dejar algo detrás. Un hijo, un libro, un cuadro, una casa, una pared levantada, un par de zapatos o un jardín plantado. Algo que tu mano hubiera tocado de un modo especial, así tu alma tendrá un sitio a donde ir cuando mueras, un sitio donde la gente pueda verte cuando mire el árbol o la flor que plantaste». Por eso, si tienes algo que le haya pertenecido a tu muerto, debes saber que no basta con tenerlo, tienes que apropiártelo, añadirle tu impronta: admíralo, tócalo, cuídalo, úsalo, recuérdalo, acerca tu nariz y huélelo porque «la diferencia entre el hombre que se limita a cortar el césped y un auténtico jardinero está en el tacto. El cortador de césped igual podría no haber estado allí. El jardinero estará allí para siempre», nos recuerda Bradbury. Ser jardineros para que nuestros muertos tengan un lugar a donde volver es, espiritualmente, una idea poética sobre el legado y la permanencia de nuestra existencia más allá de la vida física.

Hace un par de noches vi Train Dreams, una película sobre la vida corriente de un leñador corriente, lidiando con problemas corrientes. De alguna manera me recordó la novela Stoner de John Williams sobre un profesor corriente con una vida corriente, lidiando con problemas corrientes. Ambos, película y libro, me hicieron pensar en el sentido de la vida. ¿A qué venimos aquí si la gran mayoría de nosotros tenemos vidas insulsas y ordinarias abocadas al mismo final inevitable? A veces me cuesta entenderlo. Entonces miro las cosas de mis muertos y me pregunto si acaso el sentido de la vida es dejar algo para que quienes quedamos atrás recordemos que estamos vivos, que la vida es breve e impredecible, que debemos dejar algo nosotros también, lo que sea, pero algo para tener a donde volver y, sobre todo, para que alguien nos recuerde cuando nos vayamos.

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