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De ellos sabemos (al menos de los mamíferos) que son nobles con sus crías, que las alimentan así los padres no tengan qué comer, que los educan en lo básico y si alguien de la manada está en peligro, van y ayudan.
Por José Guillermo Ángel R. - memoanjel5@gmail.com
Estación Insensibilidad, a la que llegan los que dicen que ser sensible no da plata, los que han perdido la curiosidad y solo habitan lo que se les repite, los que ven un libro inteligente y lo desprecian porque suponen que dice lo que no es, los que suponen que el arte es pegar un botón en una muestra, los que usan la inteligencia artificial para que toque la guitarra y así evitan tener que mover los dedos, los que odian el silencio porque en medio de este nadie puede decir mentiras, los que creen que la ropa de marca o un carro Tesla mejoran la fealdad, los que se han vuelto fanáticos para estar viendo el diablo en sus contradictores, los que no se hacen preguntas porque ya todo está dicho, los que adoran billetes (los mamonitas), los que consideran que querer y respetar a otro es debilidad, los que comen mirando los precios del menú (ya para protestar o darse aires), en fin, a esta estación llega un montón de gente que se mete el dedo a la nariz, pisa al vecino, tira la basura al piso y señala la verdad oprimiendo el índice contra su pecho. Y sí, en estas estamos y a todos los niveles.
No sé si los animales son tan sensibles como han podido ser los humanos. De ellos sabemos (al menos de los mamíferos) que son nobles con sus crías, que las alimentan así los padres no tengan qué comer, que los educan en lo básico y si alguien de la manada está en peligro, van y ayudan. Y controlan el estrés como ningún otro organismo vivo (sostiene Peter Drocher en su libro Sobrevivir). Sin embargo, no componen música, no pintan, no escriben sobre ellos, no dan cuenta de su historia y no danzan. O sea que sobreviven de manera ordenada (en ocasiones, cuando pierden su hábitat, como pueden), pero no van allá, pues sus sentidos, que son iguales a los nuestros, no desarrollan inteligencia sensible que lleve a entender lo más bello, permitiendo imaginar.
Los humanos (los que quedan) siempre han sido sensibles: actúan, cantan, danzan, producen música, hacen poesía, escriben para capturar la memoria, pintan (según Ortega y Gasset, para capturar el tiempo), esculpen, mejoran las arquitecturas, dialogan, se enamoran superando el mero deseo, etc. Su humanidad está en sentir la belleza. Pero como digo, los humanos son cada vez menos. La mayoría adora la máquina que los reemplaza, el dinero que los corrompe, las apariencias que los miente y los deseos que no satisfacen, Y claro, se polarizan, porque la inteligencia sensible está en el centro y hasta ahí no llegan.
Acotación: la inteligencia sensible nos hace creativos y nobles y su uso no implica que se deje la técnica ni el cuerpo (que son herramientas), sino crear un todo para que haya más humanidad y carencia de tanto miedo.