Pico y Placa Medellín
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Si Medellín quiere ser centro mundial de espectáculos y entretenimiento, no puede quedarse divagando: hay que encontrar socios, definir el proyecto y ponerle fechas a este sueño.
Por Daniel Carvalho Mejía - @davalho
El Atanasio Girardot es más que un estadio: es el templo de los amantes del fútbol en la ciudad más futbolera del país, una cuna de fantasías, amistades e identidades, un laboratorio ciudadano a cielo abierto. Allí se concentran las pasiones de Medellín. No solo ha sido escenario de fútbol, también ha recibido conciertos de los artistas que nunca pensamos ver aquí. Es el sueño del pibe: futbolistas que anhelan jugarlo lleno, artistas locales que sueñan con reventarlo.
Lo conocí en los años ochenta. Mi papá me llevaba a ver jugar al DIM desde pequeño y escogía partidos fáciles para que siempre lo viera ganar (llamémoslo “mentira piadosa”). Con el tiempo, él dejó de ir, pero yo me quedé viviendo la fiesta. Pasé por todas sus tribunas, lloré, reí, canté, me enamoré e hice amigos para siempre. Allí vi al DIM campeón tras 45 años de sequía y presencié a Guns N’ Roses y Rubén Blades, mis favoritos. Otros vieron a Madonna, Shakira o Metallica. Los grandes de la tierra —Juanes, Maluma, J Balvin, Karol G— lo llenaron hasta el tope. La lista de anécdotas del Coloso de la Avenida Centenario es interminable; todo medellinense tiene la suya.
Pero el Atanasio se quedó pequeño. Medellín hoy es una ciudad internacional, sus eventos se multiplican, el turismo crece y el nombre de la ciudad resuena en el mundo por sus artistas, deportistas y por esa historia que nos llevó del miedo a la esperanza. Nuestro estadio no está a la altura: largas filas, accesos insuficientes, baños deficientes, poca oferta comercial al interior. Y la lluvia: en una ciudad tan lluviosa, un aguacero puede dañar un partido o un concierto. Es la angustia de organizadores y espectadores. Se inundan la cancha, las tribunas y los zapatos.
Hace tiempo se habla de su renovación; cada tanto aparecen anuncios y renders. Y nada. El alcalde Federico Gutiérrez reabrió el tema hace un par de meses con una promesa: “el estadio va a quedar divino y funcional”. Espero que así sea y quisiera saber más, conocer a fondo el proyecto y sus avances. Sabemos que costará mucho y que no puede pagarse solo con dinero público: se necesitará una alianza con el sector privado. Es un proyecto que debe trascender administraciones y convertirse en un propósito de ciudad, con continuidad, eficiencia y consenso.
Mientras tanto, Bogotá anunció un nuevo estadio El Campín al lado del actual, que será demolido, con inicio de obras en 2026. Si Medellín quiere ser centro mundial de espectáculos y entretenimiento, no puede quedarse divagando: hay que encontrar los socios, definir el proyecto y ponerle fechas a este sueño, a este renovado templo del balón y la canción.
Guiño: Mientras llega ese día, vale la pena hacer del querido estadio Cincuentenario un recinto de calidad para partidos y conciertos de quince mil a veinte mil asistentes. Ese es el otro proyecto aplazado: La Arena Medellín para fútbol y conciertos.