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Brasil en los brazos del dragón

Si lo anterior fuera poco, vale resaltar que Lula firmó en 2023 con Pekín acuerdos por 10.000 millones de dólares y este año han caído otros 4.600 millones.

hace 1 hora
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  • Brasil en los brazos del dragón

Por Beatriz de Majo - beatrizdemajo@gmail.com

50% es el nivel del arancel que Donald Trump impuso a las exportaciones brasileñas, alegando “defensa de la industria estadounidense” pero con un claro trasfondo político. El mensaje fue directo a Brasilia, pero el eco resonó en Pekín y allí se están frotando las manos. Es que China compra más a Brasil que Estados Unidos y la Unión Europea juntos. Y es preciso destacar que esta relación bilateral entre el gigante de Asia y el gigante latinoamericano no es un idilio improvisado: es un matrimonio de conveniencia que lleva años consolidándose.

Solo la soja brasileña que llega a los puertos chinos casi equivale a todo lo que Brasil exporta al norte. En 2024, el comercio bilateral con los chinos alcanzó la cifra récord de 188.000 millones de dólares con una balanza casi en situación de equilibrio y los intercambios se expandieron 8% en las cifras interanuales. En el primer trimestre de 2025, el intercambio sumó 38.800 millones dólares con exportaciones e importaciones con valores equivalentes.

En inversiones, además, la historia es igualmente dulce para Brasil. China es su principal inversionista –73.000 millones de dólares desde el 2007– con actividad y acuerdos estratégicos en múltiples frentes. El Fondo de Cooperación Brasil–China cuenta con 20.000 millones destinados a proyectos a financiar infraestructura, energía y tecnología. Si lo anterior fuera poco, vale resaltar que Lula firmó en 2023 con Pekín acuerdos por 10.000 millones de dólares y este año han caído otros 4.600 millones.

Así que el resultado de la intemperante política de Trump es previsible: Brasil, necesitado de mercados estables, inversión y respaldo diplomático, se volcará ineluctablemente hacia el único socio capaz de absorber ese golpe comercial y ofrecer una alfombra roja en lugar de un muro arancelario: China. Seguirá además cobijándose tras los BRICS donde Brasilia es un jugador de gran calado.

Las consecuencias no serán solo comerciales: esta asociación estratégica comprende acuerdos en ciencia y tecnología, cooperación espacial y proyectos de energía limpia. Hay otro detalle que debería quitarle el sueño al Tesoro estadounidense: desde el 2023, Brasil y China acordaron comerciar entre ellos en reales y yuanes, dejando al dólar fuera del juego bilateral, lo que se traduce en menos poder para Washington sobre las finanzas brasileñas.

Nada puede ser más paradójico: Para Washington, China es el gran rival estratégico, el competidor sistémico y con este tipo de medidas está facilitando que países clave de América Latina —empezando por la mayor economía de la región— profundicen su dependencia de Pekín. Lula no necesita forzar la narrativa: puede presentarse al interior y exterior de su geografía como un presidente que diversifica mercados y protege la economía, mientras en la práctica fortalece el eje Brasil–China.

Este error del presidente republicano pudiera ser histórico. En el tablero global, está abriendo espacio para que China gane no solo mercado sino influencia política en un país que tradicionalmente ha sido clave para el equilibrio hemisférico. La torpe presión estadounidense conseguirá que el castigo arancelario haga más cierta la profecía de Lula cuando declaró en Pekín que su relación mutua es una “alianza indestructible”.

Como sólo el 12% de sus ventas externas van a Estados Unidos, los estrambóticos aranceles de Trump no van a doblegar a Brasil. Van a estrechar el abrazo del dragón sin que China haya tenido que dar un paso para conseguir tal victoria. Y cuando el humo de la retórica proteccionista se disipe, Washington podría descubrir que ha perdido más que un cliente: ha regalado un aliado potencial a su mayor rival.

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