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Por Alejo Vargas Velásquez - vargasvelasquezalejo@gmail.com
Esta semana conocimos un pronunciamiento de Pablo Beltrán, jefe de la Delegación de Paz del ELN, en la cual, además de presentar su lectura acerca de las características del conflicto armado colombiano, hace un análisis sobre las particularidades del mismo en cinco zonas claves del país, Cauca, Chocó, Sur de Bolívar, Catatumbo y Arauca y planteó una posibilidad para retomar las conversaciones con el Gobierno y lo resumió en lo siguiente: respetar el Acuerdo firmado con el Gobierno Santos de 2016 donde se definió la Agenda de conversaciones y el Acuerdo de México de 2023 que fue el que actualizó la Agenda de conversaciones —cualquiera que lea correctamente lo que dijo el líder insurgente no se trata de llegar a acuerdos con este Gobierno, es retomar los acercamientos—.
Entiendo que del lado del Gobierno no haya mucho interés en reiniciar estos acercamientos, en la medida en que es claro no se trata de llegar a ningún tipo de Acuerdo durante esta administración; pero también que se intente ‘presionar’ algún tipo de concesión o ‘gesto’ como se decía en el pasado, del lado del ELN para reanudar esos contactos. Considero que se trataría de contactos informales en el exterior y manejados con la lógica de ‘se continúa la confrontación en lo interno como si nada sucediera fuera y se hacen esos acercamientos fuera, sin importar el nivel de la confrontación interna’.
Para ambos lados, Gobierno y ELN, implicaría una capacidad de explorar alternativas nuevas —incluso la metodología con que se venía conversando, la dinámica de las conversaciones, la temporalidad de estas— y eso puede generar una situación de incertidumbre. Para ello sería conveniente que estos acercamientos, que no se deberían entender como una reanudación formal de conversaciones sino como unos contactos informales, se hagan con un grupo pequeño de delegados de cada parte —quizá los jefes de cada delegación y unas tres o cuatro personas más de cada lado— y buscando realizar con bajo protagonismo de medios, un balance general de lo que se realizó hasta el momento y analizando de manera clara y descarnada los aspectos que se consideren como positivos y los que se hayan visto como más complicados. Incluso podrían pensar en convocar conjuntamente las dos delegaciones un pequeño Taller con especialistas, cerrado al público, por supuesto, para escuchar críticas, sugerencias y propuestas que puedan enriquecer este ejercicio.
Ojalá las dos delegaciones valoren la oportunidad que se abriría de hacer una mirada retrospectiva de tipo crítico y al mismo tiempo la posibilidad de avanzar en unos diseños de trabajo que permitan retomar las conversaciones de manera positiva, sin estar sujetos a la idea de que se trata de llegar a acuerdos durante este gobierno. Ahora bien, creería que el gobierno del presidente Petro con generosidad puede aportar en ese sentido —permitiendo que su delegación avance en ese trabajo de evaluación interna conjunta y rediseño— contribuyendo con el siguiente gobierno, que podría ser de su propia corriente o de otra, esos aportes para que se pueda avanzar en serio en la finalización del enfrentamiento armado con esa insurgencia.