Los primeros tres meses del año, históricamente, han sido categorizados como meses secos. Sin embargo, según advirtió el Ideam, en enero, febrero y marzo de 2026 Medellín y el Valle de Aburrá podrían tener lluvias levemente por encima del promedio histórico.
Según proyectó el Siata, después de adelantar un análisis con modelos climáticos globales, concluyeron que en dichos meses una probabilidad de presencia de lluvias con una confiabilidad de entre el 60% y 80%.
Dichos análisis indican que las lluvias serán de alta intensidad, sobre todo en horas de la tarde y la noche. Julián Sepúlveda, líder de Meteorología del Siata, planteó que el escenario que contemplan en cuanto a temperaturas no tendrán el mismo grado de variación: “Nos vamos a encontrar con temperaturas variando alrededor de los valores climatológicos esperados, es decir, no vamos a tener extremos sostenidos durante mucho tiempo”.
Medellín tiene un régimen de lluvias que promedia entre 150 y 220 días de precipitaciones de cualquier tipo de intensidad a lo largo del año. Abril y mayo y luego septiembre a octubre son los dos periodos de mayores precipitaciones. Hasta ahora, esos regímenes de lluvias y tiempos secos se han mantenido más o menos estables en el Valle de Aburrá, a pesar de que sí han aumentado considerablemente la cantidad de eventos extremos de lluvias, es decir, los chaparrones que normalmente colapsan la ciudad. Los expertos han atribuido ese aumento de los eventos extremos (mucha lluvia en un periodo de tiempo muy corto) a los embates de la crisis climática global. La gran amenaza es que Medellín y el Valle de Aburrá no han avanzado de manera significativa en la adaptación territorial para enfrentar esos nuevos riesgos potenciados: más movimientos en masa y avenidas torrenciales, por ejemplo.
Desde 1927 hasta 2025, los 15 desastres más mortíferos (12 en Medellín, dos en Bello y uno en Envigado) han dejado 1.005 muertos. La fatalidad podría explicar, si acaso, alguna de esas tragedias, como la ocurrida en Media Luna, en Santa Elena, en 1954, que dejó cerca de 100 víctimas mortales luego de que decenas de personas se congregaran para rescatar a una familia atrapada por un alud y un par de minutos después la mayoría de los presentes quedaran sepultados por un segundo derrumbe.
Pero las atribuciones al azar acaban cuando queda en evidencia que siete de esas 15 tragedias ocurrieron en los últimos 20 años, y que a pesar de tener recursos, tecnología, antecedentes, alertas, planes, normativas y demás, el riesgo se materializó en desastre y arrasó con cientos de vidas.
Algunas cifras que dejan expuesta esa crisis con la que conviven los habitantes del Aburrá cada día son: el 30% de las personas de Medellín habitan en un polígono de tratamiento que presenta un nivel alto o muy alto de alguna de las amenazas de origen natural: movimientos en masa, inundaciones, avenida torrencial o una combinación de varias de estas. El 25% del territorio en Medellín tiene algún grado de riesgo por el cambio climático. Según el Área Metropolitana, en los próximos cuatro años la ocupación irregular de las laderas mantendrá en riesgo a 344.000 personas, equivalente a casi el 10% de la población que se estima que habite el Valle de Aburrá para 2030.