Su vida siempre ha estado ligada al agua. Jorge Ignacio Ángel Bedoya, nacido en 1967, lleva más de 50 años dedicados a la natación. Sagradamente, desde que era un niño, se lanza al agua todos los días a las 5:00 de la mañana para hacer lo que más ama: nadar.
Y esa pasión lo llevó a cumplir un sueño. Este fin de semana, en su cumpleaños número 58, se convirtió en el primer antioqueño en cruzar el Canal de la Mancha, entre Inglaterra y Francia, en una travesía que duró más de once horas.
Jorge Ignacio, quien reside en San Francisco, Estados Unidos, preparó la hazaña durante seis meses con un entrenamiento riguroso, nadando más de 100 kilómetros por mes, con picos de 127 kilómetros, y la mitad de ellos en el océano, en la bahía de San Francisco. Luego, desde agosto, aumentó la intensidad y bajó el volumen para estar listo para la primera semana de septiembre.
Salió desde la playa de Samphire Hoe, cerca de Dover, para llegar a Cap Gris Nez, entre Boulogne y Calais. Según la Channel Swimming Association, entidad encargada de avalar y supervisar estas travesías, Ángel completó las 27,1 millas (unos 43 kilómetros) en 10 horas y 57 minutos.
Además de la felicidad por alcanzar su meta, el antioqueño dijo que la travesía fue una experiencia inolvidable, desde su llegada a Inglaterra. En las dos semanas previas al reto, conoció a nuevos amigos y compartió con su equipo.
“El reto fue mucho más difícil por el oleaje. Las primeras cuatro horas fueron complejas, pero era la última oportunidad que tenía para lograrlo, así que tuve que tomar la decisión porque ya se me acababa el tiempo”, comentó Ángel, quien ya está de vuelta en San Francisco. “También recuerdo que las últimas tres horas para llegar a Francia fueron fuertes, pero el piloto nos había advertido sobre las condiciones”, añadió.
Según el reporte de la Channel Swimming Association, Jorge Ignacio afrontó el reto con una temperatura ambiente cercana a los 20 grados centígrados; mientras que en el agua estaba a unos 19 grados, con viento hacia el suroeste de unos 14 nudos y olas de 0,2 metros de altura cada siete segundos.
“Tras levantar la cabeza y ver que me faltaba poco para llegar a Francia fue muy emocionante. Además, me sentí muy bien en todo el recorrido, nunca pensé que no lo iba a lograr, sino que me sentía fuerte y eso es gracias a la preparación. Me sentí nadando en muy buena forma”, recuerda Jorge.
Por ahora, Jorge Ignacio no tiene más retos, aunque seguirá con su rutina diaria en el agua, pues su pasión por la natación no tiene límites ni fecha de vencimiento, y es seguro que pronto tendrá otra hazaña que alcanzar.