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Ser un gato

Los gatos viven en el presente. No se la pasan rumiando cosas del pasado, ni se gastan horas pensando en el futuro.

hace 11 horas
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  • Ser un gato

Por Rosana Arizmendi Mejía - JuntasSomosMasMed@gmail.com

A veces me gustaría ser un gato. No líquida ni sólida ni gaseosa, sino, gato. Como el poema de Darío Jaramillo Agudelo. Como el Mono— Monchi, Monchiponchi, Monopeludo, Moneco, Mononecio—, que está durmiendo enroscadito en mi escritorio. Sin desampararme, como siempre; tomando el sol, como cada que puede.

Ser un gato debería ser algo aspiracional para todo el mundo; especialmente para quienes ejercemos liderazgos. Ese “estado especial de la materia” (como dice el poema de Darío) parece tener mucho que enseñarnos al respecto, no porque nos mande con un dedo, —que sí, esto pasa— sino porque la tiene clara para muchas cosas.

Para empezar, los gatos viven en el presente. No se la pasan rumiando cosas del pasado, ni se gastan horas pensando en el futuro. Por eso son capaces de enfocarse 100% en la tarea del momento (así sea por 25 segundos) o pasar raaaatos mirando por la ventana sin pensar en pendientes (sí, también los tienen: comer, jugar, tomar agua, ir al arenero, dormir, recibir mimos, después más mimos y así). Si los líderes incorporáramos estas prácticas en nuestra cotidianidad, podríamos dedicarnos a una tarea a la vez (cuando se pueda), estar 100% presentes en las reuniones y tener momentos para pensar —algo que suele escasear.

Los gatos no se toman (casi) nada personal, y les importa poco lo que piensen de ellos —nunca he visto un gato desgastarse por querer sobresalir o caerle bien a todo el mundo—. Viven desde la autenticidad y la confianza en ellos mismos, dos cualidades maravillosas (y muy útiles) para liderar. También son expertos en poner límites, que es otro asunto esencial; si no se sienten cómodos o algo no les gusta, lo expresan (aunque sea a su manera). En una cultura como la nuestra, en la que decir no, expresar desacuerdo o poner límites es considerado antipático por no decir grosero, nos vendría muy bien ser un poco más felinos para cuidarnos y no sobrecargarnos. Además, también podemos aprender de ellos sobre el descanso y el juego, pues con frecuencia a los líderes (y a la sociedad en general) se nos olvida sacar ratos para descansar.

Los gatos nos ofrecen un amor incondicional. Quienes vivimos con ellos, lo podemos corroborar. Sin embargo, esto no significa que hacen todo lo que les digamos, sino que es muestra de que nos aceptan como somos y que, cuando nos equivocamos, nos miran con compasión. Aunque es una realidad que en el mundo laboral hay comportamientos o errores que son inadmisibles, qué bueno sería practicar el liderazgo desde la aceptación del otro y el reconocimiento de que nosotros tampoco somos perfectos.

Aquí les dejo el poema que mencionaba al principio: “Estados de la materia” de Darío Jaramillo Agudelo.

Los estados de la materia son cuatro: líquido, sólido, gaseoso y gato.

El gato es un estado especial de la materia, si bien caben las dudas:

¿Es materia esta voluptuosa contorsión?

¿No viene del cielo esta manera de dormir?

Y este silencio, ¿acaso no procede de un lugar sin tiempo?

Cuando el espíritu juega a ser materia

entonces se convierte en gato.

¡Feliz Navidad y buen cierre de año para todos! ¡Nos vemos en enero!

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