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Por Juan Guerra - opinion@elcolombiano.com.co

Cuando el dinero manda, el alma se empobrece

Cuando el dinero se convierte en el argumento principal, lo humano pasa a un segundo plano. Las decisiones se toman no por lo justo o lo correcto, sino por lo que más conviene al que financia

hace 7 horas
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  • Cuando el dinero manda, el alma se empobrece

Por Juan Guerra - opinion@elcolombiano.com.co

Seguramente muchos hemos escuchado la frase: “El que pone la plata pone las condiciones.”

Suena lógica, incluso práctica. Pero detrás de esas palabras se esconde una forma silenciosa de violencia. Una idea que justifica la imposición, que le da al dinero un poder que nunca debería tener: el de decidir por encima de las personas.

Hace poco conocí la historia de una familia en la que vivían una madre y su hijo. Un día, la hija —que ya no vivía en casa— llegó y empezó a hacer cambios sin consultar a nadie. Cuando el hermano le pidió una explicación, ella respondió con esa misma frase: “El que pone la plata pone las condiciones.”

Lo que siguió fue una ruptura familiar. No por los arreglos en la casa, sino por el mensaje detrás de las palabras: si no pagas, no opinas.

Esa forma de pensar no se queda en los hogares. Está instalada en las empresas, en los negocios, en los contratos, en la política y en la vida diaria. Es el reflejo de una sociedad que confunde el poder con la propiedad, la autoridad con el dinero y el respeto con la sumisión.

Cuando el dinero se convierte en el argumento principal, lo humano pasa a un segundo plano. Las decisiones se toman no por lo justo o lo correcto, sino por lo que más conviene al que financia.

Y así, la cooperación se vuelve dependencia, y el diálogo se transforma en una orden disfrazada de acuerdo.

Pero en cualquier relación —sea familiar, laboral o institucional— el verdadero liderazgo no nace de quien paga más, sino de quien escucha mejor. Porque el dinero puede comprar tiempo, servicios o silencio, pero jamás puede comprar lealtad, empatía o respeto.

Decir “el que pone la plata pone las condiciones” es una forma elegante de decir “mi dinero vale más que tu voz”.

Y ese pensamiento, repetido sin conciencia, es el que erosiona la salud mental, destruye vínculos y convierte la vida en una competencia por quién tiene más y no por quién aporta mejor.

Quizás ha llegado el momento de cambiar esa frase por otra:

“El que pone el corazón, pone el sentido.”

Porque hay gente tan pobre que lo único que tiene es plata.

Y hay otros, con mucho menos, que siguen siendo ricos en lo que realmente importa: humanidad.

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Por Juan Guerra - opinion@elcolombiano.com.co

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