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Especial Medellín 350 años | ¿De dónde venimos y para dónde vamos?

Diego Gómez, quien ha participado en estudios como Visión Antioquia siglo XXI, hace un viaje por los ejercicios de planeación estratégica y plantea por qué una ciudad, tras superar guerras e industrias caídas, le debe apostar al conocimiento.

  • El Cerro Pan de Azúcar, el más alto de los siete cerros tutelares de Medellín, se eleva a más de 2.100 metros sobre el nivel del mar. Se ubica en la Comuna Villa Hermosa. FOTO: Manuel Saldarriaga.
    El Cerro Pan de Azúcar, el más alto de los siete cerros tutelares de Medellín, se eleva a más de 2.100 metros sobre el nivel del mar. Se ubica en la Comuna Villa Hermosa. FOTO: Manuel Saldarriaga.
  • Reflejos en edificios de Medellín. Una ciudad que crece hacia arriba como símbolo de modernidad y progreso, pero que enfrenta el desafío de crecer también en equidad. FOTO: Jaime Pérez.
    Reflejos en edificios de Medellín. Una ciudad que crece hacia arriba como símbolo de modernidad y progreso, pero que enfrenta el desafío de crecer también en equidad. FOTO: Jaime Pérez.
02 de noviembre de 2025
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Colaboración especial de Diego Fernando Gómez.

La Medellín de 2050 será la que sus habitantes sepan hacer para el mundo. En la historia, las ciudades han sido los núcleos de construcción de civilización, y lo han hecho desde las actividades económicas que han emprendido y desde el intercambio de bienes y saberes con otras ciudades. Ocurrió con los minoicos, los sucedieron los griegos y los fenicios, que coexistieron cerca de un milenio. Y mientras los guerreros devastaban y asesinaban, las ciudades construían cuando las dejaban. Lo que hoy llamamos civilización se construyó primero en Venecia desde el año 600, acompañada de decenas de ciudades que la emulaban, y luego en Ámsterdam desde el 1600.

La historia y el futuro de las ciudades han sido lo que eran capaces de entregar al mundo. Fueron la cuna de la libertad, el lugar de refugio de siervos y libertos, la base de la democracia y las instituciones, gestionadas por concejos que elegían regentes, pero, sobre todo, el lugar donde la humanidad aprendía.

Medellín debe ser la base de la construcción de un país incluyente y próspero, como ya lo fue en el siglo XIX con la colonización antioqueña y el café, y en la primera mitad del siglo XX con la revolución industrial. Pero eso dependerá de lo que aprenda y emprenda.

Uno de los periodos y procesos clave en la construcción de la Medellín de hoy fue el comienzo del siglo XX. Una generación extraordinaria constituyó la Sociedad de Mejoras Públicas (SMP, 1898), consolidó la Facultad de Minas con Alejandro López como rector y líder de una escuela de gestión empresarial y pública basada en la administración científica y se creó la Sociedad Antioqueña de Ingenieros —1913—; desde la ingeniería se construyó la sociedad, la ciudad y la industria.

El plan se llamó Medellín Futuro —2013—, el cual quedó consignado en un plano rector que delineó la ciudad que hoy vivimos, que estableció y construyó las áreas de desarrollo donde se asentó la industria, luego de rectificar el río Medellín, y generar el eje de movilidad por donde hoy discurren el Metro y la avenida Regional.

Reflejos en edificios de Medellín. Una ciudad que crece hacia arriba como símbolo de modernidad y progreso, pero que enfrenta el desafío de crecer también en equidad. FOTO: Jaime Pérez.
Reflejos en edificios de Medellín. Una ciudad que crece hacia arriba como símbolo de modernidad y progreso, pero que enfrenta el desafío de crecer también en equidad. FOTO: Jaime Pérez.

El componente realmente transformador fue el Plan de Expansión Empresarial. Este se publica en inglés, francés y español por la SMP con el nombre “Medellín el 20 de julio de 1910”. Pretendía celebrar los cien años de la Independencia. Se señalaban las virtudes de la ciudad, la capacidad y amabilidad de sus gentes y las industrias que apenas nacían. Daba cuenta de las empresas que ya existían de textiles, alimentos y talleres. Pero la parte transformadora era la invitación a crear nuevas empresas, y las enumeró bajo el título de “Industrias que faltan”: calzado, papel, sombreros de fieltro, cemento romano, botones, pinturas, vidrios, cartón, camisas, clavos, piedra artificial, maquinaria, automóviles, tranvías. Tres décadas después, casi todas las habían creado, y fue la gran transformación de la ciudad.

La Medellín que aprende

La ciudad tuvo una gran crisis en la segunda mitad del siglo XX. En 1977 James Parsons publicó la tercera edición de La colonización antioqueña en el occidente de Colombia, en la que incluyó un capítulo con los datos de la industria en 1966. El balance es de calamidad pública, una debacle.  De las treinta empresas más importantes subsisten nueva. Desapareció el 70 %, y el 85 % del empleo que era generado por esas compañías simplemente se extinguió.

Medellín entró en una aguda crisis que apenas vimos venir ensimismados en las políticas de protección y economía cerrada de la época cepalina. La crisis más profunda fue la del sector textil: solo una de las treinta empresas más grandes sobrevivió y esta representaba solo el 2,8 % del empleo.

La crisis textil fue similar a la del acero y otras manufacturas. La entrada de nuevos países muy competitivos trasformó el comercio y la producción mundial y, las industrias textil y siderúrgica de Europa y Estados Unidos prácticamente desaparecieron. Aquí, donde deberíamos haber sido competitivos, no lo fuimos, y el golpe fue monumental. Es interesante observar el caso de Corea. Se convirtió en una potencia textil en la década de los 70, pero en los 80 abandonó esta actividad, que se desplazó a otros países del sudoeste asiático, y fue remplazada en su economía por actividades de mayor valor.

Recorrer el horizonte de la ciudad sobre la continuidad de las avenidas Juan del Corral, Bolívar, Los Industriales y Las Vegas nos relata esta historia de manera dramática. Recorriendo de sur a norte se observan el Hospital San Vicente de Paúl, el barrio Prado y la catedral, que ejemplifican la ciudad de la revolución industrial de comienzos del siglo XX. De allí, el perfil ve aparecer los edificios de Bancoquia, Coltejer, el Banco Popular y del Café que, mostraron la expansión de los 50 y los 60. Pero fue la ciudad que entró en crisis en los 80. De allí, y recorriendo la ciudad con el Metro empieza a emerger la nueva urbe que construimos a partir del 2000. Áreas industriales se reemplazaron por los edificios de EPM, Bancolombia, Ciudad del Río, la Milla de Oro y el impresionante desarrollo urbano y vial de El Poblado, Envigado y Sabaneta. Es otra ciudad. 

¿Cómo será la del futuro? Como construyamos desde nuestras capacidades sociales y empresariales, si mantenemos la senda de aprendizaje, innovación y emprendimiento que retomamos en el año 2000. Eso es lo que nos relata la imagen en que, a la par con el desarrollo urbano, mostramos cómo se pasó de una ciudad de doscientos mil habitantes en 1930 a una de 4,5 millones en 2025.

El proceso desde el 2000 ha sido apasionante. La situación derivada de la crisis industrial, sumada a las del narcotráfico y de la vivienda a finales de los 90, nos llevó al 24 % de desempleo, 50 % de pobreza y un nivel de violencia cercano a las cuatrocientas muertes por cien mil habitantes. En esa crisis nos decidimos a construir desde nuestros más profundos valores sociales y empresariales de libertad, ética y responsabilidad colectiva. Se armó una agenda de innovación tecnológica, se llamó “Si Antioquia Aprende, habrá futuro”. Se hicieron los planes de competitividad, se empezaron a hacer los planes viales y de puertos que nos sacaran del aislamiento, y las empresas insignia se convirtieron en grandes multilatinas.

El comienzo fue duro y lleno de desesperanza. Carlos Felipe Londoño escribió: “En forma reciente ha expresado la Cámara de Comercio de Medellín que durante los últimos dos años se han ido de la ciudad más de 400 empresas, un 20 % de ellas hacia Bogotá; mientras solo se crearon o llegaron cerca de 200 empresas, con un capital inferior a la mitad de las primeras. Esta tendencia de trasladar la sede principal a la capital se presenta también en otras regiones del país y es atribuida a la mayor competitividad de Bogotá, representada en la notable mejoría de su calidad de vida, en la magnitud de su población, en sus mayores ingresos per cápita, en la infraestructura y en la seguridad” —EL COLOMBIANO, 4 de marzo de 2005—. La Cámara de Comercio señalaba: “El sector productivo está en la obligación de atender, de manera prioritaria y a través de modernos sistemas de financiación, la construcción de la infraestructura que Antioquia requiere para conectarse eficientemente con el mundo” —agosto de 2004—.

Señalaba en un artículo de 2005: “Medellín, es una ciudad que huía de sí misma: durante las últimas cinco décadas, la ciudad ha marchado como una alma sin pena, huyendo de sí misma, expiando mil pecados, convirtiéndose en un engendro del subdesarrollo rodeado de cinturones de miseria, con una clase dirigente que heredó múltiples talentos, pero como en la parábola, tomo la vía del hijo temeroso que no encontró otro camino que cuidarlos con recelo, sin arriesgarse a multiplicarlos o apostarle a construir un futuro distinto. El resultado es que tenemos unas empresas insignia destacadas, pero que son las mismas de hace cincuenta años, y no generan suficiente empleo y riqueza como para tener una sociedad próspera e incluyente”.

Aprender para crear futuro

En medio de ese proceso de reconstrucción de las aspiraciones colectivas que se había iniciado con Visión Antioquia Siglo XXI para el año 2020, se hizo un ejercicio de actualización y expansión de esa mirada para el año 2032, dentro de la construcción del Plan de Competitividad de 2011. El ejercicio lo dirigió el prospectivista Javier Medina, hoy subdirector de la Cepal. Se construyó, entonces, identificando las fuerzas motrices que estaban transformando la ciudad. Estas fueron: internacionalización, emprendimiento, innovación, megaproyectos de conectividad. El resultado fue este: Medellín será la ciudad líder de un área económica de doscientos millones de habitantes que habitan el Pacífico latinoamericano y el Caribe. Será el hub de empresas multilatinas basadas en capital humano, competitividad y conectividad.

La transformación se dio y tiene que seguir. Como decía el ejercicio de esa generación iluminada de 2010, las actividades que faltan y deben ser la ciudad del 2050 son las basadas en STEAM: ciencia, tecnología, ingeniería, arte y matemáticas. Necesitamos que las empresas actuales se reinventen desde estas, y que además podamos crear cientos de empresas insertadas en el mundo.

Las ciudades son y serán cada vez más globales. Los ámbitos locales son insuficientes para expresar las potencialidades y generar los niveles de bienestar y especialización requeridos. Medellín será el motor de una Antioquia que será un gran sistema de regiones y ciudades interconectas con puertos y aeropuertos y vías altamente competitivas, y que deberán seguir las siguientes fases de desarrollo luego de terminada esta primera etapa de construcción de las 4G.

Como se señaló a comienzos de los 2000, “el reto central de Medellín es convencerse de las enormes potencialidades que están en su propia gente y su capacidad de generar bienes y servicios de alto valor basados en su talento y conocimiento. Medellín debe decidirse a emprender nuevas actividades y aprender a hacer nuevas cosas. Estamos en un momento especial, quizás en el mejor de los últimos decenios, y que brinda todas las posibilidades para reemprender el camino”. Esto sigue siendo más válido que nunca.

Colaboración especial de Diego Fernando Gómez. Ingeniero y economista con doctorado en Ingeniería, y doctorando en Historia Empresarial en la Universidad Autónoma de Barcelona. Director de ECSIM y profesor en varias universidades, ha liderado proyectos nacionales e internacionales —públicos y privados— sobre innovación, desarrollo económico y sostenibilidad. Para él, referente en pensamiento empresarial y prospectiva territorial, las ciudades nacen en lo local, pero su destino es el mundo. Solo al abrirse y conectarse logran desplegar su verdadero potencial y construir bienestar duradero.

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