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200 personas se unieron y Matías pudo caminar por primera vez con su prótesis

Matías Reyes Nisperuza recién cumplió su mayoría de edad, pero desde pequeño le tocó afrontar la vida con una sola pierna por una enfermedad. Ahora, después de 15 años, disfruta de su prótesis.

  • Elkin Manuel Reyes y Caty Nisperuza son los padres de Matías. La vida les cambió abruptamente a todos cuando Matías fue diagnosticado con púrpura fulminante, una infección severa en la sangre que le causó una alteración en la coagulación. La enfermedad avanzó con rapidez y obligó a los médicos a amputarle la pierna izquierda desde la rodilla. FOTO Julio césar Herrera
    Elkin Manuel Reyes y Caty Nisperuza son los padres de Matías. La vida les cambió abruptamente a todos cuando Matías fue diagnosticado con púrpura fulminante, una infección severa en la sangre que le causó una alteración en la coagulación. La enfermedad avanzó con rapidez y obligó a los médicos a amputarle la pierna izquierda desde la rodilla. FOTO Julio césar Herrera
hace 8 horas
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Mientras tímidamente mira la nueva prótesis que tiene en su pierna izquierda, Matías Reyes Nisperuza sonríe, pues entiende que su sueño y el de su familia, después de tantos años, se hizo realidad.

Fueron 200 personas las que con donaciones desde los $5.000 hasta los $3 millones posibilitaron que este chico, quien este diciembre cumple la mayoría de edad, fuera caminando a su escuela sin ayuda de sus dos muletas, algo que parecía imposible desde que tuvo que ser amputado cuando tenía tan sólo 3 años.

La historia de Matías es una en un millón. Nació en Ciénaga de Oro, Córdoba, hijo de Elkin Manuel Reyes y Caty Nisperuza, y hermano de Andrea Carolina y Carlos Andrés. Por su mente nunca habría pasado la idea de quedar con un sólo pie hábil estando tan bebé, ni tampoco la lucha incansable de su familia por conseguirle una prótesis para que él pudiera dar esos pasos que una enfermedad le arrebató apenas empezó a vivir. Lo que sí considero fue el hecho de ser alguien, destacar, aprender y formarse profesionalmente, propósitos claros que ni con el peor de los escenarios desaparecieron.

El buen corazón de muchos ciudadanos es lo que, actualmente, le da a este joven un nuevo propósito, un camino un poco más claro que en algún momento estuvo lleno de sombra; el primero de muchos pasos que sin duda vendrán de ahora en adelante. Sin embargo, esa buena nueva que hoy disfruta él junto a los suyos tiene como trasfondo innumerables luchas físicas y mentales, un pasado lleno de dolor y angustia, de resignación y resiliencia, una historia difícil de vivir y aceptar, pero a la que nunca le faltó amor para superar.

Apenas con 36 meses de nacido, Matías tuvo que afrontar lo que incluso para un adulto sería un infierno en vida: le diagnosticaron Púrpura fulminante, una particular enfermedad que genera un bloqueo circulatorio y una necrosis en piel, llegando a ser mortal si no es atendida en el menor tiempo posible.

“Él empezó a presentar unos moretones del tobillo hacia arriba, cuando nosotros nos dimos cuenta lo llevamos a un centro de salud en la Costa, y de ahí lo trasladaron a un hospital de mayor complejidad. Le hicieron una serie de exámenes y lo que nos dijeron es que tenía una infección delicada, por lo que fue remitido a Bogotá”, relató Elkin, su padre.

Una vez la familia Reyes Nisperuza llegó a Bogotá, las noticias no fueron nada alentadoras. Los especialistas evaluaron a Matías y, al no poder realizar una cirugía microvascular en su pierna izquierda debido a que esta ya había sido consumida por la enfermedad, la única opción que quedaba, si no querían que la misma se esparciera por todo su cuerpo, era amputar de la rodilla para abajo.

Sus padres no lo podían creer ni procesar. Su hijo, quien apenas empezaba a vivir, iba a perder una de sus extremidades sin ni siquiera poder disfrutarla.

“Ver a un hijo que entra a la sala de cirugía completo, y después verlo salir sin una pierna, es muy duro”, añadió el papá de Matías con la voz entrecortada.

Paradójicamente, después de uno de los sucesos que marcarían su camino para siempre, Matías, siendo un niño, fue aprendiendo de a poco a convivir con una sola pierna. Su actitud positiva le ayudó a sobreponer las adversidades con las que de por sí tuvo que convivir el resto de su infancia al faltarle una pierna, y las ganas de salir adelante fueron el impulso que lo catapultó a no limitarse en lo que podía o no hacer.

Jugaba fútbol con sus dos muletas. Dicen Elkin y Caty que nadie le quitaba el balón y la habilidad era cada vez mayor. Sus primos y familiares siempre lo incluían en sus actividades, lo cuidaban y lo acompañaban con el fin de que no le pasara nada mientras permanecía con ellos.

Pasaron los años pero la intención de conseguir una nueva prótesis seguía en firme. Los padres seguían buscando formas de obtenerla, pero es difícil cuando las oportunidades y los recursos son escasos. Dado que en Córdoba no se abrieron las puertas que tocaron, no tuvieron más alternativa que buscar opciones en Medellín.

La primera que viajó a la capital antioqueña fue su hermana Andrea, quien por fortuna pudo emplearse como guarda de seguridad, en ese entonces, en la Alcaldía de Medellín. Entre tantas personas que a diario pasaban por la plazoleta de La Alpujarra, conoció a uno de los posibilitadores del sueño de Matías.

Se trata de Santiago Jaramillo González, el creador y director de Un Viejo Favor. En un primer momento Andrea no tenía ni idea de quién era, tampoco si podía ayudar en el caso de su hermano, pero por cosas del destino y con ayuda de otras personas que conocían la historia, todo conspiró a su favor y en beneficio de su familia.

“Una vez conocí el caso completo, le pedí la dirección a ella y me fui hasta su casa. Los conocí a todos: a don Elkin, a doña Caty y por supuesto a Matías. A mí inicialmente me habían comentado de una silla de ruedas para él, pero pues yo al ver la situación deduje que lo mejor era una prótesis porque darle la silla de ruedas era truncar sus sueños estando tan joven”, dijo Jaramillo González.

Ahí empezó la misión prótesis: la historia de Matías fue publicada el primer semestre de este año en todas las redes sociales de la Fundación Un Viejo Favor, con la ilusión de que suficientes personas dieran su aporte y así el sueño de Matías pudiera cumplirse.

De a poco iban llegando las donaciones, pero al ser un producto tan costoso que oscilaba entre los $25 y los $26 millones, no era fácil alcanzar la meta en tan poco tiempo. Justo en ese momento, llegó “la patadita de la buena suerte”.

“El empujón, ese impulso fuerte me lo dio EL COLOMBIANO, porque cuando un medio así publica una historia de estas, la gente confía mucho más al ver que realmente sí hay una persona necesitada de por medio”, cuenta Santiago.

Todo se encausó y en sólo unos cuantos meses, los recursos para la prótesis de Matías se completaron. Por fin, después de 14 años en los que este joven tuvo que apoyarse en dos muletas para subsistir, la vida le sonreía a él y a su familia, quienes no podían creer que sus oraciones se habían convertido en milagros.

“Yo me sentía angustiada por él. Hubo momentos en los que pensé que si mi hijo no iba a volver a caminar, yo tampoco quería hacerlo y también quería experimentar qué era una amputación, deseaba igualarme a él. No fue fácil adaptarme, y de hecho hablar del tema, sin importar el tiempo que ha pasado, es muy difícil para mí y me llena de nostalgia”, relató Caty Nisperuza, mientras entre lágrimas miraba a su hijo.

Lo primero era tomar las medidas de la pierna izquierda de Matías. Gracias a un conocido que tiene Santiago, la cita de valoración y la posterior mano de obra de la prótesis tuvo un costo menor al que inicialmente se cotizó. Después, el objeto tan esquivo por la familia Reyes Nisperuza estuvo listo: una prótesis en fibra de carbono, con un liner y un protector que tuvo que ser traído desde Inglaterra.

A Matías le costó aceptar y dimensionar que su anhelo tuvo respuesta, que cientos de personas se habían unido para darle una nueva oportunidad y que lo que una vez vio como imposible, ya era un hecho.

“Como desde tan niño perdí la pierna, ahora sentir que tengo dos es algo muy extraño. Se siente diferente y obviamente me tomará tiempo acostumbrarme, pero estoy feliz de tener esta nueva prótesis, ya casi no utilizo la muleta”, precisó Matías en medio de su timidez, pero con una gran sonrisa.

Hace apenas unas semanas, Matías terminó su validación de octavo y noveno grado en la Institución Educativa Fundadores de San Javier, comuna donde vive con su familia en una pequeña casa arrendada en el barrio Juan XXIII.

Por ahora disfruta de sus vacaciones: ve televisión, se sienta a hablar con sus padres y también práctica con la prótesis para adquirir el ritmo lo más rápido posible. No ve la hora de que sea el próximo año para cursar décimo y once, y así poder graduarse como bachiller. Sólo hay una condición que su madre le puso para cuando llegue el día.

“Uno de mis más grandes sueños es que el próximo año Matías reciba su diploma con su nueva prótesis, por eso le digo que practique mucho, que se la ponga seguido, porque ese día yo quiero ver eso, sería una de las alegrías más grandes que pueda tener en mi vida”.

Matías quiere seguir estudiando, incluso, es de las principales metas que se propuso estando aún más chico. Los límites no existen para él, las dificultades han hecho parte de su vida desde un principio, y por ende forjó una capacidad indiscutible para continuar por más obstáculos que aparecieran en el camino.

Lo que lo motiva es su familia. Son el motor, la base, aquellos que han soportado con él durante años y estarían dispuestos a seguir a su lado con tal de que pueda cumplir sus sueños.

“Mi anhelo es que él, una vez termine sus estudios, se forme por lo menos como técnico. Quiero que tenga un mejor futuro, que no se quede estancando, que pueda ser autosuficiente, ¿por qué no puede aspirar a trabajar en una empresa? Yo como padre siempre querré lo mejor para él, se lo merece por ser tan fuerte”, agregó don Elkin, su padre.

Como se dijo, la historia de Matías es una en un millón. Aguantó lo peor, sólo con 3 años vivió una de las peores cosas que le puede pasar a alguien, pero la vida le tenía una sorpresa guardada, un reconocimiento a su resiliencia que lo impulsará por el resto de su vida.

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