Pocos minutos atrás, cuando el cronómetro del marcador indicaba que se había disputado 22 del primer tiempo, el entrenador Mladen Zizovic, un hombre de 44 años de cabello rapado, con una barba espesa negra en la que se veían algunas canas, se desplomó en la pista olímpica del estadio después de hacerle un reclamo al cuarto árbitro por una acción de juego.
El colegiado se acercó con extrañeza. Lo miró rápido. Supo que estaba inconsciente. Hizo una señal al central. Los futbolistas se percataron de la situación. Pidieron, con algo de desespero, el ingreso de una ambulancia. El vehículo médico llegó rápido. Le hicieron ejercicios de reanimación y después subieron al entrenador al carro.
Se lo llevaron en medio de aplausos del público. El partido continuó. El cuadro dirigido por Zizovic anotó dos tantos. El duelo iba 0-2 en favor de Radnicki cuando el central, con un pitido desesperado, suspendió el encuentro. Dio una explicación leve a los jugadores y se fue hacia el camerino. Los futbolistas, tanto del elenco local, como del que dirigía, se llevaron las manos a la cabeza.
Durante unos segundos se mostraron estupefactos por la situación. Después, los deportistas del elenco que dirigía el entrenador fallecido se tiraron al suelo. Algunos tenían expresión de incredulidad. Otros más estaban llorando. Unos, por su parte, dejaron la cabeza en el césped mientras que los miembros del cuerpo técnico llegaron a consolorarlos.
El partido no se terminó. De acuerdo con la información publicada por la Liga de Serbia, está suspendido. Seguro, se darán unos días de luto en el torneo local por el fallecimiento del joven técnico, que dirigía al elenco que marchaba en la décima casilla de ese torneo.