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“La democracia sobrevivirá porque no hay otro camino”: Alberto Casas

En su nuevo libro Profecías de un optimista, Alberto Casas se atreve a pensar el futuro. Habla de democracia, verdad, inteligencia artificial, matrimonio y cultura de la cancelación. Una conversación sobre el país, el lenguaje y la esperanza.

  • Alberto Casas fue ministro de Cultura en el gobierno de Andrés Pastrana, y de comunicaciones en el de César Gaviria. FOTO cortesía
    Alberto Casas fue ministro de Cultura en el gobierno de Andrés Pastrana, y de comunicaciones en el de César Gaviria. FOTO cortesía
Daniel Rivera Marín

Editor General

02 de noviembre de 2025
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El abogado Alberto Casas es una especie de sabio en los medios nacionales; cada mañana está en la mesa de trabajo de W Radio, donde analiza la realidad nacional desde su vida pasada como político y la actual —en la que lleva décadas— como periodista. Hablamos con él sobre su más reciente libro, Profecías de un optimista (Intermedio Editores, 2025).

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Lo primero que pensé al leer el título fue que este es un libro hacia adelante, no hacia atrás. Usted habla de profecías. ¿Cómo surgió la idea de pensar el futuro?

“Mi libro anterior se llamaba Memorias de un pesimista, y era un recorrido por la historia de Colombia, desde el sí y el no del plebiscito por la paz. Esa lucha ha dejado violencia, resentimientos y todos los males de la política. Para cambiar ese pesimismo, decidí mirar hacia adelante. Me pareció atractivo escribir sobre el futuro y abordar temas que hoy despiertan tanto interés: la democracia, los medios de comunicación, el matrimonio, la gordura, la calvicie... de la cual, por cierto, no estoy exento”.

Es un libro muy documentado. Usted ha sido político y periodista, pero aborda temas complejos como el lenguaje o la cultura de la cancelación. ¿Cómo fue ese proceso de investigación?

“Trabajé con un equipo de periodistas que me ayudó a verificar los datos. En el libro hablo del problema de la desinformación, y no quería caer en imprecisiones. Como decía García Márquez, un error pequeño puede dañar toda una crónica. Por eso me propuse ser riguroso y contrastar cada información”.

Hablemos de democracia. Usted plantea una conclusión optimista: dice que la democracia sobrevivirá varias décadas más. ¿Por qué ese optimismo?

“Porque, como dijo Churchill, la democracia es el peor de los sistemas, excepto por todos los demás. Con todos sus defectos, sigue siendo la única manera de gobernar sin autoritarismo ni persecución. Los países fuera de la democracia han demostrado su incapacidad para hacerlo mejor. Así que no hay alternativa: es democracia o tiranía, y lo primero siempre será menos peor que lo segundo”.

Usted menciona la posverdad. Hoy vemos líderes que manipulan la información: Donald Trump, Gustavo Petro. ¿Cómo enfrentamos esa crisis de desinformación?

“Así es. No hay una solución distinta a enfrentarla. La posverdad ha dañado tanto a los medios como a la democracia. Cada ciudadano tiene su propia ‘verdad’, y eso hace todo más frágil. No podemos reglamentar las redes, pero sí educar. Hay que enseñar que la verdad no es lo mismo que la mentira. Es casi una tarea doctrinaria, evangélica”.

Usted también sostiene que la corrección política se convirtió en su propio enemigo. ¿Por qué?

Porque condujo al descrédito de la política. Hoy ser político parece una vergüenza. Recuerdo un compañero del colegio que decía que su padre tenía un burdel, porque si se enteraban de que era político, era peor. La corrección política se volvió contraria a su propósito”.

En el libro dice que la corrección política y la cultura de la cancelación son una especie de “macartismo cultural”.

“Exacto. A punta de buenas maneras y cancelaciones, hemos llegado a una sociedad rota, polarizada. La gente está cansada de los extremos, pero no sale de ellos. Y mientras no logremos un debate político limpio, seguiremos confundiendo polarización con discusión”.

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Hablemos de inteligencia artificial. Usted dice que vino para quedarse. ¿La usa?

“Sí, la uso y me divierte. Tiene riesgos, claro, pero como todo avance humano, depende de cómo se utilice. Si la sabemos dirigir, puede ser una gran herramienta. Lo preocupante es que puede eliminar millones de empleos, incluso en el periodismo. Pero así como la radio y la prensa sobrevivieron a la televisión, la iniciativa humana también sobrevivirá a la inteligencia artificial”.

Usted menciona incluso que el matrimonio, como lo conocemos, podría desaparecer.

“Así es. Hoy la mayoría de parejas jóvenes ya no se casan, se organizan. Y muchas son abiertas o libertarias, lo que pone en entredicho la tradición católica. A mí me cuesta asimilar esos cambios, pero entiendo que hay que hacerlo. Mis nietas son las que terminan enseñándome a no asustarme tanto con las novedades”.

Sobre la paz, usted califica la “paz total” como una quimera. ¿Por qué?

“Porque el esfuerzo del presidente Santos, con todos sus logros, fue desacreditado políticamente. La posverdad le ganó a la verdad, y eso truncó los resultados. Seguimos viviendo violencia, asesinatos de líderes y desconfianza. La paz parece lejana, pero solo un mecanismo democrático podrá llevarnos a una paz duradera”.

En el libro plantea que el país necesita líderes pragmáticos. Menciona a Carlos Fernando Galán como ejemplo.

“Galán encarna ese tipo de liderazgo: alguien que enfrenta las críticas y sigue adelante. No la ha tenido fácil, pero ha demostrado carácter. Ese temperamento es lo que necesitamos: líderes con paciencia, trabajo y conocimiento para gobernar. Lo que hemos visto últimamente es una gran beligerancia, pero poca capacidad de administración. Gobernar requiere ambas cosas”.

Finalmente, usted mantiene un optimismo sobre la evolución humana, aunque describe amenazas como la tiranía o la pobreza. ¿Cómo concilia esas visiones?

“La pobreza es el enemigo más difícil de vencer. Los gobiernos buscan acabarla, pero se dividen en el cómo. Este gobierno, por ejemplo, ha querido reducir la desigualdad y ha terminado aumentándola. El problema no son las intenciones, sino los métodos. Se necesita concertación, no pelea. Mientras los gobiernos se distraigan en la confrontación, no podrán gobernar con serenidad ni generar progreso”.

Usted dice que, al final, sin partidos fuertes y sin debate real, la democracia se debilita.

“Exactamente. Tenemos más de treinta partidos que no representan la realidad del país. La opinión está por fuera de ellos, y sin opinión es muy difícil gobernar. Si no fortalecemos partidos que puedan alternarse en el poder entre gobierno y oposición, seguiremos estancados”.

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