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Los archivos de infancia de Juan Guillermo Zuluaga

Su historia política empezó mucho después, pero sus primeras lecciones sobre el país las vivió bajo unos colchones en una casa de San Benito, en Medellín.

  • Juan Guillermo Zuluaga, exgobernador del Meta y precandidato presidencial, recuerda su infancia en Medellín. FOTO Colprensa
    Juan Guillermo Zuluaga, exgobernador del Meta y precandidato presidencial, recuerda su infancia en Medellín. FOTO Colprensa
hace 3 horas
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Cuando Juan Guillermo Zuluaga recuerda su infancia, lo hace imaginándose en una sala de archivos de una película de terror. En un lado de esa escena, toma la primera carpeta empolvada que encuentra; la abre y empieza a detallar una escena común cuando tenía cerca de seis años: cualquier fin de semana, en el barrio San Benito de Medellín, estaba escondido debajo de muchos colchones mientras escuchaba a su madre siendo golpeada por un hombre borracho.

Primer archivo: la violencia

“Todos los fines de semana se repetía la historia; jueves, viernes, sábado; eran épocas de horror”, recuerda Zuluaga sobre ese primer archivo. El miedo era casi una rutina. De lunes a miércoles, la vida parecía normal: los juegos en la cuadra, las risas, el colegio. Pero al llegar el fin de semana, la tranquilidad se rompía con el ruido de una puerta golpeada y los gritos que llegaban a cada rincón de su casa de dos pisos.

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Su madre los hacía esconderse en una habitación mediana, subiendo unas escaleras de caracol amarillas, a mano izquierda; allí se refugiaban los tres hermanos bajo los colchones, esperando que el peligro pasara. El tiempo trajo intentos de reconciliación.

Años después, Juan Guillermo viajó con aquel hombre a Venezuela, donde trabajaron juntos haciendo tapetes. Pero el problema lo siguió hasta allá. “También tomaba trago”, recuerda.

Las discusiones se repetían, ahora en otra ciudad y en otro país. “Nos tocó amanecer dos, tres veces en la calle”, dice, refiriéndose a las peleas y al miedo que volvía, disfrazado de oportunidad.

Al cabo de ocho meses, regresó a Colombia, convencido de que no podía seguir huyendo detrás de la misma sombra. Con el tiempo, Juan Guillermo entendió que aquel hombre —trabajador, hábil para los negocios, incluso cariñoso en otros momentos— se transformaba por el trago.

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No menciona la conexión que tenía con él, solo sabe que lo marcó. “El alcohol lo cambiaba totalmente, hasta la cara le cambiaba”, dice. Esa mezcla de afecto y miedo marcó su niñez y la llevó a asociar el sonido de unos pasos o el portazo con una alerta.

Era la manera en que el cuerpo aprendía a anticipar el horror. Sin embargo, esto no le hace falta recordarlo constantemente, ¿para qué?Es así que vuelve y guarda la carpeta en uno de sus cajones de esa sala que se imagina en su cabeza y toma otro, también empolvado pero que, al abrirlo, rememora imágenes vivas de su infancia.

Segundo archivo: la diversión

“En aquella época, hace más de 45 años, a cualquier hora de la noche podíamos jugar (...). Jugábamos con los niños de la cuadra y con mi hermana, los tengo en mi cabeza; siempre me sentaba en el portón negro de mi casa a verlos jugar. El barrio era muy acogedor”, revive hoy Juan Guillermo Zuluaga a sus 55 años.

San Benito era, en ese entonces, un barrio donde la vida tenía otro ritmo, sin una Minorista cerca. En la casa de sus abuelos, Zuluaga creció rodeado de voces familiares: su madre, sus tíos, sus hermanos.

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A la vuelta vivía una tía de su mamá, que solía tenderle la mano cuando las cosas se complicaban. La misma casa grande de dos pisos en la que se escondía del ‘borracho maltratador’, también guardaba los ruidos de la infancia: las conversaciones, los pasos apurados, las risas. “Yo sentía que era enorme”, dice. Allí empezó a construir los primeros recuerdos felices, los que aún logra mantener intactos a pesar del tiempo.

Pero detrás de esa calma también se gestaban los días difíciles, los que terminaron marcando un punto de quiebre en su vida y en la de su madre.

Al final, esos recuerdos son los que más tiene presentes en su “sala de archivos” desde que su madre, por los problemas que vivía cada semana, decidió mudarse al Llano con él y su hermana: “Mi mamá ya se había escondido en todas las casas de Medellín huyendo de este tipo (el ‘borracho maltratador’), pero eso no funcionó”, dice Zuluaga.

Esa huida no solo cambió su destino, sino que lo llevó a un territorio donde años después sería alcalde de Villavicencio, gobernador del Meta y ministro de Agricultura. Hoy, como precandidato presidencial, Juan Guillermo Zuluaga vuelve sobre esos años no como un gesto de nostalgia, sino como una forma de explicar su manera de entender el país. Porque siempre hay que cuestionar a los políticos, pero también es útil mirar el origen de sus convicciones, las experiencias que los marcaron y las decisiones que los alejaron o acercaron a lo que hoy representan.

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