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Las lecciones de Larry Ellison

Ellison vio crecer su fortuna personal en más de US$100.000 millones en una semana: un monto equivalente a más o menos el 20% del PIB de Colombia

hace 23 horas
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  • Las lecciones de Larry Ellison

Durante un corto pero simbólico instante a principios de septiembre, Larry Ellison se convirtió en el hombre más rico del planeta. Superó a Elon Musk, Mark Zuckerberg y Jeff Bezos gracias al crecimiento del precio de las acciones de Oracle —empresa de software fundada en 1977—, de la que es el principal accionista y que, para muchos, había quedado rezagada en la carrera de la computación en la nube.

Estamos hablando de que un hombre que ya supera los 80 años, con una empresa de casi 50 años, en medio del frenesí global por la inteligencia artificial (IA), ha logrado lo que hasta hace poco parecía impensable: reposicionar a Oracle como protagonista en uno de los mayores booms tecnológicos de las últimas décadas.

El ascenso repentino de Oracle en la bolsa responde al mismo fenómeno detrás del crecimiento de compañías como Nvidia y Microsoft en la bolsa de valores: la demanda explosiva de infraestructura para el desarrollo de modelos de IA. En apenas tres meses, los contratos futuros de Oracle —que desarrolla software empresarial para que las compañías gestionen sus datos— se dispararon de 138.000 millones a 455.000 millones de dólares.

La magnitud del salto fue tan inesperada que el valor de las acciones de Oracle se disparó 36% en una sola jornada. En consecuencia, Ellison, dueño del 41% de la empresa, vio crecer su fortuna personal en más de 100.000 millones de dólares en una semana: es decir, en escasos días se “enriqueció” un monto equivalente a más o menos el 20% del PIB de Colombia.

Las expectativas sobre el futuro de Oracle no siempre fueron tan promisorias. De hecho, durante gran parte de la década pasada se la percibió como una compañía rezagada por su escepticismo ante la transición a la nube. Ellison, célebre por su personalidad excéntrica y su reticencia a seguir modas tecnológicas, llegó a calificar la computación en la nube como “completa charlatanería”. Ese escepticismo estuvo a punto de costarle relevancia a Oracle en un mercado que terminaron dominando Amazon Web Services (AWS), Microsoft Azure y Google Cloud. Sin embargo, con una estrategia menos vistosa pero paciente y deliberada, Oracle fue reconstruyendo su lugar en el ecosistema tecnológico: contrató talento veterano de sus rivales, optimizó su infraestructura y redobló la apuesta por clientes que requerían soluciones a la medida.

Esta estrategia, centrada en ofrecer plataformas privadas para IA a gran escala, cobró especial relevancia cuando compañías como Microsoft empezaron a sufrir cuellos de botella de capacidad ante la creciente demanda. Así, OpenAI recurrió a Oracle, primero para resolver urgencias inmediatas y luego para formalizar una alianza de cinco años cuyo valor se ha reportado en torno a 300.000 millones de dólares (el 60% del Producto Interno Bruto de Colombia).

A esto se sumó la participación de Oracle en el megaproyecto Stargate, una colosal iniciativa de centros de datos impulsada por OpenAI, SoftBank y la administración Trump, en la que Oracle se comprometió a construir y operar un centro de datos de hasta 2 gigavatios en Texas

La metamorfosis de Oracle —de firma de bases de datos empresariales a operador de centros de datos para IA— tiene sentido. Durante décadas, la compañía ha cultivado una clientela diversa —desde gobiernos hasta conglomerados industriales— que le permitió resistir los ciclos de la tecnología y sortear sin tropiezos las crisis económicas de principios de siglo. Hoy, con esa base sólida, se ha reconfigurado para capturar un nuevo segmento: empresas que requieren capacidad computacional masiva y a la medida para entrenar modelos de lenguaje.

Esta reconversión implica gastos significativamente mayores. Oracle planea invertir cerca de US$35.000 millones en infraestructura este año fiscal, equivalente a la mitad de los ingresos que proyecta. Además, una gran tajada de sus compromisos futuros estaría atada a OpenAI, una empresa cuyo desempeño de caja seguiría siendo negativo varios años, de modo que la rentabilidad del ecosistema dependerá en buena medida de que la IA cumpla las ganancias prometidas, pero todavía no evidenciadas.

Así las cosas, el resurgir de Larry Ellison —al igual que el de Nvidia como la compañía más valiosa del mundo— y, en general, las inversiones billonarias que se están haciendo en centros de datos y en las startups que lideran el desarrollo de modelos de IA llevan a muchos a preguntarse si estas noticias no serán, más bien, síntomas de una nueva burbuja tecnológica. Si los modelos de IA no alcanzan los retornos esperados buena parte de esta infraestructura que ha impulsado a Oracle y a otras compañías podría volverse rápidamente obsoleta.

Larry Ellison, con más de cuatro décadas de protagonismo en Silicon Valley, ha vuelto a demostrar su capacidad de reinventarse. Sin embargo, el veredicto final dependerá de que la IA demuestre el potencial que hoy le atribuye el mercado: no pinta como una apuesta sencilla.

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