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Ay, Colombia

Las frases incendiarias del presidente Petro, su manera de blandir la espada de Bolívar ante los colombianos (...) fueron la antesala del atentado del sábado 7 de junio

hace 8 horas
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  • Ay, Colombia

Colombia está viviendo días amargos. En apenas una semana nos cayeron las peores tragedias: un atentado contra un candidato presidencial que nos remite a las horas más oscuras del pasado, una oleada de ataques múltiples que dejó nueve muertos en el suroccidente del país, y las decisiones de corte autoritario del presidente Gustavo Petro que abren huecos peligrosos a dos de las columnas sobre las cuales se sostiene el andamiaje del país: la Constitución y su salud fiscal.

El intento de asesinar a Miguel Uribe, líder de la bancada de oposición en el Congreso y tal vez el candidato presidencial más joven de la historia de Colombia, ha sido un golpe muy duro contra el país y en especial contra los jóvenes que tal vez no se animen ahora tan fácil a ocupar puestos de liderazgo. El atentado es un símbolo del nivel de degradación política al que estamos siendo arrastrados.

Las frases incendiarias del presidente Petro, su manera de blandir la espada de Bolívar ante los colombianos, como una amenaza velada, y esa manera medio solapada de ondear la bandera de “guerra a muerte”, mientras utiliza palabras con cargas de profundidad contra el Congreso, hay que decirlo, fueron la antesala del atentado del sábado 7 de junio.

El domingo 8 de junio, a pesar de la pesadumbre en la que se vio sumido el país, el gobierno llevó a cabo el llamado Concierto de la Esperanza. Con recursos de los colombianos pagaron bandas musicales de las más populares del momento para así llenar la plaza y darle un barniz de respaldo joven al gobierno de Petro. Hoy, visto en retrospectiva, se entiende el concierto como el abrebocas de la andanada que vendría en la semana.

El lunes 9 de junio, el mismo gobierno decidió darle al presidente Petro permiso para romper la regla fiscal –una suerte de camisa de fuerza que pone techo a la deuda del país para salvaguardar cierto equilibrio de las finanzas públicas–. Es decir, el Gobierno se dio a sí mismo carta blanca para endeudarnos a todos durante tres años. ¿Por qué tres años? ¿Acaso tiene que ver la Asamblea Constituyente que comenzó a promover?

El martes 10 de junio, 24 atentados criminales de manera simultánea —principalmente en Valle y Cauca— cobraron la vida de nueve personas y pusieron en vilo la seguridad de toda Colombia. El mensaje de los violentos es inequívoco: no reconocen autoridad ni voluntad popular. La respuesta del Estado, sin embargo, ha carecido de firmeza, y, por el contrario, el presidente Petro decidió mantener su movilización electoral en Cali para el día siguiente.

El miércoles 11 de junio, el Gobierno hace otra puesta en escena en Cali. Llenan una plazoleta, Petro se toma de nuevo por asalto los canales públicos durante una hora en la franja de mayor audiencia y firma el “decretazo” con el cual, se brinca el proceso legislativo, desborda las competencias que la Constitución le da al jefe de Estado y termina violando la sagrada separación de poderes.

El jueves 12 de junio, el ministro de justicia, Eduardo Montealegre, aún sin posesionarse hace una ronda de medios e intenta deslumbrar con teorías en apariencia constitucionales el asalto a la Carta Política. Ese día, tanto el presidente Gustavo Petro como Montealegre comenzaron a incorporar en el debate público el tema de Constituyente. “Si no aprueban la consulta convocamos una constituyente”.

¿Acaso con la Constituyente lo que busca Petro es una manera de mantener el poder a través de una bancada fuerte del petrismo? ¿Acaso encontraría así la manera de mantener el poder –eventualmente siendo miembro de esa Asamblea– sin tener que seguir en ese cargo de presidente de la República que lo agobia tanto?

El viernes 12 de junio, el Gobierno anunció una nueva reforma tributaria para recoger 19 billones de pesos más. Tanto el “escape de la regla fiscal” como el “decretazo” podrían marcar un punto de no retorno. Nos preguntamos si estamos viendo el inicio de un régimen decidido a consolidar una deriva autoritaria. El reconocido jurista Mauricio Gaona –hijo del magistrado sacrificado por el M19 en el Palacio de Justicia–, hace una advertencia en una entrevista que hoy se publica en EL COLOMBIANO: Petro parece estar siguiendo los pasos de Nicolás Maduro.

En medio del dolor y de la incertidumbre, sin embargo, también ha emergido algo luminoso. La Marcha del Silencio, convocada hoy en múltiples ciudades, seguramente mostrará una ciudadanía que no se resigna. Y si bien será sobre todo para darle fuerza a Miguel Uribe, también será entendida como una expresión de hartazgo ante el abuso de poder, la inseguridad y la manipulación institucional.

Está ha sido, sin duda, una de las peores semanas en la historia republicana de Colombia. La existencia de una estrategia calculada y a como dé lugar, que está poniendo en jaque el Estado de Derecho, es cada día más evidente.

Pero el país no se está cruzando de brazos. Se trata de construir colectivamente una agenda para el día después. Un día en el que habrá un nuevo presidente o presidenta, y en el que deberemos recuperar lo que hoy está siendo dilapidado: la confianza, la sensatez fiscal, la institucionalidad y la esperanza.

La extraordinaria resistencia que ha demostrado Miguel Uribe tras el atentado se ha convertido en una metáfora viva del país: golpeado, pero aferrado a la esperanza. Colombia, como Miguel Uribe, no se quiere dejar.

Ay Colombia... no te rajes.

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