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El Gobierno social-comunista que menos ha hecho para sacar de la pobreza a los españoles con menos recursos y los ha convertido en consumidores Clap toca a su fin. Cierto es que Pedro Sánchez, el moribundo presidente del Gobierno español, no reparte dos paquetes de harina de maíz, dos kilos de arroz, un kilo de frijoles chinos, dos kilos de pasta y, en ocasiones, un litro de aceite, medio kilo de leche y un kilo de azúcar, la carga habitual de la caja de los Comités Locales de Abastecimiento y Producción chavistas, adelgazada por Maduro. Sánchez ha convertido a millones de españoles en rémoras pegadas al papá Estado para subsistir muy a pesar suyo. Por mucho que el PIB dopado crezca, los españoles somos hoy más pobres por la inflación desbocada de un Gobierno incapaz de controlar los precios. Tampoco ha mejorado el empleo, igual de precario que de costumbre por muchos maquillajes que se le ponga y pese a que los trabajadores y las empresas pagamos más que nunca de nuestras nóminas, ni la presión fiscal, desbocada por un Estado que todo lo fagocita para dilapidarlo en memeces. La realidad es que España navega sin rumbo desde hace años, con un Gobierno que no es capaz de aprobar unos presupuestos desde 2023. El Gobierno del progreso, no puede ni progresar en eso, apoyado en los socios más ultramontanos que existen por estos lares.
Empantanado en el desgobierno y azotado por los escándalos en el partido socialista, Sánchez ya no cuenta con el “comodín” de sacar a pasear la Guerra Civil y los restos del dictador Franco porque ahora el fiambre es él mismo. Con un ex ministro de transportes y ex mano derecha de Sánchez y antiguo “número dos” del Partido Socialista, José Luis Ábalos, imputado por asociación criminal, malversación y cohecho, y con su sucesor en el PSOE, Santos Cerdán, en la cárcel por parecidos términos, un Fiscal General imputado, tramas sospechosas con la vicepresidenta del despótico régimen de Maduro, Delcy Rodríguez, y los escándalos de los trapicheos de su mujer y su hermano, aprovechando el poder omnímodo que se arroga Sánchez, el régimen “sanchista” es un cadáver a los postres.
Por eso, se ha agarrado como un clavo ardiendo a la causa de Hamás en Gaza. Como los judíos no generan simpatía ni en la ultraizquierda ni en la ultraderecha y Netanyahu le cae mal a casi todo el mundo fuera de Israel, resulta fácil lanzar a una turba a reventar la Vuelta Ciclista España pidiendo con violencia extrema la paz en la Franja de Gaza. Una paz que solo valdría para que los terroristas de Hamás cantaran victoria y volvieran a secuestrar y asesinar a civiles, en Israel y en la propia Gaza, donde reprimen cualquier disidencia con torturas y matanzas. La estrategia es clara: movilizar a los más violentos por una causa que podría parecer noble si despejáramos a los terroristas de Hamás de la ecuación y calentar así a los desmovilizados de izquierda hastiados de la corrupción del Gobierno cada día más siniestro de España.
Cuando más peligrosa es una alimaña es cuando está acorralada.
