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La aplanadora de Netanyahu

En medio de la absoluta barbarie, Palestina es borrada del mapa. La hambruna y las bombas cobran miles de víctimas ante los ojos aterrados del mundo.

hace 14 horas
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  • La aplanadora de Netanyahu

Por David E. Santos Gómez - davidsantos82@hotmail.com

El reconocimiento del Estado de Palestina por parte de Gran Bretaña, Bélgica, Francia, Australia, Portugal y Canadá es el más reciente paso de presión contra Benjamín Netanyahu para que detenga un conflicto que se acerca a los dos años y deja 67 mil muertos, la inmensa mayoría mujeres y niños. La trascendental decisión llega después de que la Unión Europea anunciara su intención de suspender el comercio con Israel y de aplicar sanciones a su gobierno y tras el informe de una comisión de la ONU en el que denomina a lo que ocurre en Gaza como genocidio. El presidente del gobierno español, Pedro Sánchez, retomó el concepto para profundizar sus críticas a Tel Aviv y Friedrich Merz, el canciller de Alemania —un país históricamente aliado de Israel— condenó la barbarie en la Franja y el proceso de anexión de Cisjordania con los asentamientos. Todo parece ir rápido, pero es vergonzosamente lento si lo que se intenta es detener el desangre. Israel está aislado y solo conserva el apoyo de Washington (y un par de gobiernos menores) pero con eso le basta.

Los terroristas de Hamás, por su parte, se niegan a entregar a los secuestrados. Cualquier tipo de cese el fuego, incluso el propuesto por Estados Unidos, es negado por Netanyahu. El último episodio que evitó el acuerdo fue el bombardeo israelí al equipo negociador de Hamás en Qatar, un aliado fundamental de E.U. que además tiene allí su base militar más importante de Medio Oriente.

Netanyahu es un personaje despreciado en el exterior y en su nación. Los familiares de los secuestrados insisten en que sus seres queridos poco le importan. Un buen porcentaje de los israelíes ven a su gobernante —que estuvo a punto de caer antes del horrible 7 de octubre de 2023— como un político corrupto y oportunista que se sostiene en el poder exclusivamente por la guerra y que, por lo tanto, no está interesado en terminarla. Sobre su cabeza pesa una orden de arresto de la Corte Penal Internacional por crímenes de guerra y de lesa humanidad.

Pero él sonríe. Se aferra al ejecutivo gracias a grupos radicales, religiosos, ultranacionalistas y de extrema derecha que hablan públicamente de apropiarse de los territorios palestinos. “Hemos pagado mucho dinero por esta guerra. Necesitamos dividir cómo obtendremos un porcentaje de la comercialización de terrenos en Gaza. Hemos completado la fase de demolición, que es la primera. Ahora necesitamos construir, es mucho más barato”, aseguró con cinismo el ministro israelí de Finanzas, el supremacista Bezalel Smotrich.

En medio de la absoluta barbarie, Palestina es borrada del mapa. La hambruna y las bombas cobran miles de víctimas ante los ojos aterrados del mundo. La tasa de suicidios en el ejército de Israel está disparada y la economía de ese país se hunde. A lo largo del globo hay gritos civiles que piden que se detenga la masacre, pero Netanyahu, que está al mando de la aplanadora, acelera.

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