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Un centro político secuestrado

hace 4 horas
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  • Un centro político secuestrado

Por Daniel Duque Velásquez - @danielduquev

Hace ocho años, Claudia López, Jorge Robledo y Sergio Fajardo representaban una apuesta clara de centro en la llamada Coalición Colombia. Hace cuatro, Fajardo, Juan Manuel Galán, Alejandro Gaviria, Robledo y Carlos Amaya intentaron —sin éxito— consolidar esa misma idea en la Coalición Centro Esperanza. Eran proyectos imperfectos, con tensiones, pero había algo indiscutible: el centro tenía identidad, programa y una vocación clara. Hoy la pregunta es inevitable: ¿en qué momento dejamos que el centro fuera arrebatado para entregárselo a la llamada “nueva derecha”, que de nueva tiene poco?

Resulta desconcertante que se pretenda llamar centro político a una alianza integrada por la exdirectora de SEMANA y la candidata del uribismo. ¿De verdad ese es el centro? ¿En qué punto se normalizó que Paloma Valencia o Vicky Dávila sean presentadas como opciones moderadas, cuando han sido abiertamente opositoras al Acuerdo de Paz, defensoras de una política de drogas regresiva y voceras de una visión autoritaria del poder?

Lo más grave no es solo quiénes entran, sino quiénes quedan por fuera. Con esta jugada se termina excluyendo a quienes, según todas las encuestas, siguen siendo los referentes más competitivos del centro: Claudia López y Sergio Fajardo. No por razones programáticas, sino por cálculos que buscan cerrar el camino antes de competirlo. Así, mientras se habla de “unidad”, se construye una alianza diseñada para impedir que el centro real exista y se exprese.

Además, esta coalición carece de algo fundamental: un proyecto de país. No hay un programa claro ni una visión compartida sobre los asuntos estructurales que enfrenta Colombia. Basta escuchar a sus integrantes para constatar que han dicho cosas muy distintas —y a veces contradictorias— en temas como paz, política de drogas, transición energética, modelo económico o derechos civiles. Lo único que realmente los une es el antipetrismo. No una propuesta de nación, sino la oposición visceral al Gobierno actual. Eso sirve para agitar emociones, pero no para gobernar un país complejo.

Paradójicamente, lo que más frustra es que mientras la izquierda y la derecha, llenas de liderazgos populistas y cuestionados, suelen mostrar un alto pragmatismo para unirse de cara a las elecciones, el centro —repleto de personas valiosas, técnicas y democráticas— se fragmenta por diferencias de forma que podrían tramitarse con acuerdos claros. Los extremos entienden que la unidad es una condición para llegar al poder; el centro sigue actuando como si la fragmentación fuera una virtud.

Aquí hay responsabilidades claras. Juan Daniel Oviedo, Juan Manuel Galán, Aníbal Gaviria y Mauricio Cárdenas tenían la posibilidad de liderar una convergencia amplia y coherente del centro. En lugar de eso, optaron por una alianza que desdibuja su identidad y entrega su bandera a quienes nunca la han defendido. No fue un asalto externo: fue una claudicación.

Colombia necesita una alternativa democrática, seria y reformista que le baje el tono a la polarización y enfrente con rigor los problemas de seguridad, salud, energía y sostenibilidad fiscal. Pero ese proyecto no se construye vaciando de contenido al centro ni confundiendo moderación con ambigüedad. Aún hay tiempo, pero cada error cuesta. Si el centro renuncia a su identidad por miedo a perder, en realidad ya perdió.

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