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El río Amazonas se aleja de Colombia y podría dejar de pasar por Leticia antes de 2030

Investigaciones recientes de la Universidad Nacional advierten que el río Amazonas se está desviando hacia territorio peruano, reduciendo drásticamente su paso por Colombia, y que si no se actúa pronto, la capital del departamento podría perder su vínculo fluvial.

  • Desde 1993, mediciones científicas revelan un cambio sostenido en la distribución del caudal amazónico en la frontera colombo-peruana. FOTO: El Colombiano
    Desde 1993, mediciones científicas revelan un cambio sostenido en la distribución del caudal amazónico en la frontera colombo-peruana. FOTO: El Colombiano
  • Modelos desarrollados por la Universidad Nacional y la Armada anticipaban el desvío del río, pero las soluciones técnicas no fueron implementadas. FOTO: El Colombiano
    Modelos desarrollados por la Universidad Nacional y la Armada anticipaban el desvío del río, pero las soluciones técnicas no fueron implementadas. FOTO: El Colombiano
24 de julio de 2025
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Colombia enfrenta una emergencia silenciosa que combina dimensiones ambientales, culturales y geopolíticas: el río Amazonas —el más largo y caudaloso del planeta, y un regulador clave del clima global— está desviando su cauce de manera progresiva hacia el territorio peruano. Se trata de un fenómeno que compromete de forma directa a Leticia, capital del departamento del Amazonas, donde el río ha sido históricamente la principal vía de conexión, sustento económico y símbolo de identidad territorial.

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Pero la alerta no es nueva. Ya en 1993, estudios del Laboratorio de Estudios Hidráulicos de la Universidad Nacional, sede Bogotá, advertían que el 70 % del caudal del Amazonas fluía por canales peruanos, mientras solo el 30 % lo hacía por los brazos colombianos. Hoy, esa proporción ha caído a un preocupante 19,5 %, debido a una combinación de procesos de sedimentación y a falta de intervención técnica oportuna, pese a que desde 2006 existen propuestas técnicas viables que nunca se ejecutaron, como el dragado de emergencia o la instalación de espolones sumergidos.

En ese sentido, la situación es crítica: si la tendencia continúa, Leticia dejaría de ser una ciudad ribereña, con impactos profundos no solo en su estructura urbana y económica, sino también en la cultura anfibia de los pueblos indígenas y en la soberanía territorial del país.

Una de las voces más persistentes en esta discusión ha sido la de la profesora Lilian Posada García, adscrita al Departamento de Geociencias y Medio Ambiente de la Facultad de Minas de la Universidad Nacional, que desde hace más de tres décadas ha investigado el comportamiento del río Amazonas, propuesto soluciones concretas y alertado sobre la necesidad de actuar antes de que el país pierda su principal vínculo con la cuenca amazónica.

En EL COLOMBIANO hablamos con ella sobre los hallazgos más recientes de esta investigación, las omisiones institucionales y las medidas urgentes que aún pueden evitar un desenlace irreversible.

Desde hace más de una década usted ha advertido que el río Amazonas se está desplazando del lado colombiano hacia el territorio peruano. ¿Cómo y con qué indicadores técnicos es posible detectar ese cambio y qué herramientas o modelos usan para monitorear el comportamiento del caudal?

“El monitoreo del río Amazonas lo venimos haciendo desde 1994. Inicialmente lo comenzó la sede Bogotá de la Universidad Nacional, cuando se evidenció acumulación de sedimentos en el puerto de Leticia, específicamente frente a la isla Fantasía. En ese momento se construyó una dársena que rápidamente volvió a llenarse de sedimentos.
En 2012, retomamos los estudios con otro equipo técnico, porque era evidente que Colombia estaba perdiendo funcionalidad en su puerto. Para detectar la evolución del río usamos fotografías aéreas e imágenes satelitales, año tras año, desde la década de 1960. A través de estas analizamos la posición del cauce, las barras y cómo se han movilizado las islas o cerrado brazos.

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El Amazonas es un río anastomosado, lo que significa que tiene múltiples brazos y muchas islas debido a la alta carga de sedimentos finos. En diferentes épocas, el río escoge una u otra trayectoria para el flujo, pero si la sedimentación se concentra en un lado, puede abandonar el otro, como ha venido ocurriendo con el brazo colombiano.
Un punto fijo importante es el estrecho de Nazaret, aguas arriba de Leticia, donde el río se divide entre un brazo ancho que fluye hacia Perú y otro que llega a Leticia, cada vez más sedimentado. Actualmente, ese brazo tiene profundidades críticas”.

En sus estudios de 2006 ya se planteaban soluciones como el dragado y la instalación de espolones sumergidos. ¿Por qué no se implementaron en su momento y qué instituciones tenían esa responsabilidad?

“Cuando se habla de espolones muchas personas imaginan estructuras enormes para desviar el río, pero en realidad son salientes sumergidas que redirigen los sedimentos del fondo y el flujo hacia el lado colombiano, sin afectar la navegación ni los ecosistemas.
Proponíamos instalarlos aguas abajo del estrecho de Nazaret para devolver parte del caudal hacia nuestros canales. Asimismo sugerimos un dragado entre la isla Ronda y la Fantasía para recuperar profundidad, pero tampoco se ejecutó.

La responsabilidad recaía principalmente en la Cancillería colombiana, que debía dialogar con Perú para explicar que estos cambios no alteraban la soberanía, y que incluso les ofrecían beneficios como el control de erosión. Pero mientras se gestionaban esas conversaciones, no se hizo nada.
Considero que hubo negligencia del Estado. La Armada Nacional, que patrulla la zona, también debió haber alertado cuando comenzaron a evidenciarse los cambios de caudal y sedimentación”.

¿Qué consecuencias concretas tendría este fenómeno para las comunidades aledañas, el territorio y la soberanía, no solo en términos ambientales sino también sociales y culturales?

“Las consecuencias son graves. Muchas comunidades indígenas dependen de la pesca en lagos como los de Yahuarcaca, que tienen una productividad altísima. Si el río se aleja, esos peces dejarán de llegar y la pesca desaparecerá. Las comunidades tendrían que transformar completamente su cultura anfibia.
En términos agrícolas, todo depende de la humedad del suelo, que está alimentada por el río. Si el caudal se aleja, disminuye la humedad subterránea y eso puede afectar severamente la vegetación y los suelos.

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Leticia, por ser una ciudad ribereña, se comunica, se moviliza y vive gracias al río. Si lo pierde, se pierde parte de su identidad, su economía y su funcionalidad como capital del Amazonas colombiano. Además, si los canales fronterizos se secan, se podrían perder hitos limítrofes y eso compromete la soberanía territorial”.

Usted también trabajó en La Mojana, donde la desconexión hídrica tuvo consecuencias graves. ¿Qué paralelos encuentra entre ambos casos y qué aprendizajes se podrían aplicar en Leticia?

“La Mojana es también un ecosistema fluvial, alimentado por el río Cauca y el San Jorge. El fondo del Cauca está a mayor altura, así que alimenta permanentemente, de forma subterránea, esa región. Cuando hay crecientes, el río se desborda y humedece el corazón de La Mojana, dándole vida a sus ciénagas.
Pero si se construyen estructuras impermeables, como se hizo en algunos puntos, se bloquea esa comunicación y el territorio empieza a desertificarse. Lo mismo puede pasar en Leticia si el brazo del Amazonas que la conecta se seca.
Las islas frente a Leticia son extensas —de más de ocho kilómetros de largo—, y si no se interviene, toda esa zona perderá su productividad y biodiversidad. La lección es clara: no se puede trabajar contra el río, hay que actuar de forma amigable y técnica para mantener los flujos naturales”.

Modelos desarrollados por la Universidad Nacional y la Armada anticipaban el desvío del río, pero las soluciones técnicas no fueron implementadas. FOTO: El Colombiano
Modelos desarrollados por la Universidad Nacional y la Armada anticipaban el desvío del río, pero las soluciones técnicas no fueron implementadas. FOTO: El Colombiano

En los últimos años se ha insistido en la necesidad de una gobernanza binacional y trinacional sobre el Amazonas. ¿Qué tan viable es una solución concertada con Perú y eventualmente con Brasil, y qué rol debería jugar Colombia en esa diplomacia fluvial?

En Leticia se realizó un seminario de gobernanza fluvial, organizado por la Armada Nacional, el Ideam y otras instituciones. Allí se discutió la necesidad de crear planes conjuntos entre Colombia, Perú y Brasil para proteger el río como arteria compartida.
Yo participé en ese evento con una ponencia sobre la importancia de monitorear y medir el caudal, prender las alarmas cuando sea necesario y mantener el sistema instrumentado y por eso sostengo que Colombia debe jugar un papel activo en esa diplomacia, con base en el conocimiento técnico que ya tiene.

Además, la Armada debería estar denunciando cuando se pierden puntos como el río Atacuari, que ya se secó. Hay hitos limítrofes que antes estaban sobre el cauce y ahora están en tierra. Eso debería generar una alerta internacional”.

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