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¿Cómo logró el Festival Cordillera 2025 en Bogotá un evento masivo sin basura?

Lo consiguió con un plan ambiental que redujo el uso de diésel mediante energía solar, eliminó plásticos de un solo uso, instaló baños secos para ahorrar agua y gestionó más de 700 trabajadores entre recicladores y ecoguardianes para que nada terminara en el relleno sanitario.

  • Más de 80 mil personas asistieron al Festival Cordillera 2025 en el Parque Simón Bolívar, donde la música y la sostenibilidad compartieron protagonismo. FOTO Colprensa
    Más de 80 mil personas asistieron al Festival Cordillera 2025 en el Parque Simón Bolívar, donde la música y la sostenibilidad compartieron protagonismo. FOTO Colprensa
hace 2 horas
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¿Cómo lograr que uno de los eventos masivos más grandes de Colombia no deje una huella ambiental desproporcionada? ¿De qué manera se pueden cuidar los espacios públicos cuando más de 82.000 personas se congregan durante dos días en el Parque Simón Bolívar de Bogotá para vivir una maratón de conciertos? Ese fue el desafío que asumieron Páramo y los organizadores del Festival Cordillera 2025, y la respuesta llegó con un modelo de sostenibilidad que convirtió la música en una plataforma de conciencia ciudadana.

En contexto: Así se vivió la primera noche del Festival Cordillera 2025: entre leyendas latinas, un anuncio de Carlos Vives y una apuesta verde histórica

El papel de las empresas aliadas fue clave para alcanzar ese propósito. Coca-Cola debutó en esta edición con el Drop Coke Studio™, un espacio inmersivo abastecido con energía solar gracias a 48 paneles y una batería de almacenamiento. “A los latinoamericanos nos une la música y el compromiso de cuidar nuestro entorno y ser responsables con el medio ambiente para generar un impacto real”, le dijo a EL COLOMBIANO Juan Pablo Corredor, director senior de Asuntos Públicos y Comunicaciones de Coca-Cola para Colombia y Venezuela. La compañía también lideró el sistema de recambio en el que cada asistente podía entregar una botella o lata vacía y recibir una planta para sembrar en el parque, acción simbólica que conectó la experiencia cultural con la idea de devolverle algo a la tierra.

Del lado de la producción, Páramo desplegó un dispositivo de más de 700 personas entre recicladores de oficio, ecoguardianes, bicicargueros y motocargueros, que se encargaron de alcanzar la meta de residuo cero al relleno sanitario Doña Juana. Asimismo, los residuos orgánicos fueron destinados a compostaje, los aceites de cocina transformados en biodiésel y la madera reutilizada en forma de aglomerados. “Podemos decir que queda residuo cero al relleno sanitario, porque no estamos enviando absolutamente nada a Doña Juana. Lo que normalmente iría a ese punto lo procesamos y lo transformamos en combustible derivado de residuos que reemplaza al carbón en hornos cementeros”, le dijo a este medio María Catalina Orjuela Lozano, vocera de la empresa organizadora.

El componente social estuvo presente en esta cadena. Varias de las personas que trabajaron como ecoguardianes eran mujeres vinculadas al programa Libertad-es, de la Corporación Pazósfera, que promueve la reintegración laboral de mujeres pospenadas. Desde la perspectiva de Páramo, este enfoque fue tan importante como las acciones ambientales. “Ellos son los héroes sin capa, los que hacen la labor más difícil y, sin embargo, muchas veces invisible”, dijo Orjuela, al resaltar la tarea de quienes garantizaron que la gestión de residuos funcionara como un engranaje silencioso.

Por otro lado, la Aldea Verde, consolidada como corazón pedagógico del festival, reforzó esa narrativa. Allí confluyeron aliados como WWF, Parques Nacionales y la ANDI, con iniciativas de educación ambiental y participación ciudadana. En paralelo, se desarrolló un plan de restauración ecológica que sumó más de 30.000 árboles sembrados este año en la Cordillera Andina, lo que elevó a 80.000 el acumulado histórico del festival.

Solo después de recorrer este capítulo ambiental aparecen los números que dimensionan la magnitud del encuentro. Según Páramo, más de 30.000 turistas y excursionistas viajaron a Bogotá para vivir la experiencia, lo que generó una derrama económica superior a 20 millones de dólares. El festival creó más de 55.000 empleos entre directos e indirectos, aportó 2.800 millones de pesos en contribuciones parafiscales y sumó la participación de 80 emprendimientos en el Mercadito Latido y de 45 restaurantes en la oferta gastronómica.

El Festival Cordillera 2025 dejó así un precedente para la ciudad: demostrar que la música puede convivir con la sostenibilidad y que un evento masivo puede convertirse en laboratorio de convivencia y cuidado colectivo.

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