Como todo clásico de la literatura, Tomás Carrasquilla ocupa ese lugar ambiguo de ser conocido de oídas por muchas generaciones y personas y al tiempo ser leído casi que en exclusiva por los expertos y los estudiantes. De él la gente tiene una imagen muy estable, construida a partir de La Marquesa de Yolombó, su libro más conocido.
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Sin embargo, Tomás Carrasquilla -de nuevo, como los clásicos de la literatura- tiene muchas facetas. Una de ellas es la del cronista urbano, interesado en los asuntos ambientales. Al menos eso se colige de las crónicas de Medellín, el libro que la editorial de ITM publicó en el marco de la 19 Fiesta del Libro y la Cultura de Medellín. Editada por Efrén Giraldo, la obra reúne 16 artículos de Carrasquilla, escritos entre 1914 y 1925.
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El libro surge como una apuesta conjunta de la Biblioteca Pública Piloto y el Instituto Tecnológico Metropolitano (ITM), instituciones que quisieron rescatar una faceta menos conocida del autor. “Estos textos son fundamentales porque ofrecen una geografía literaria de la Medellín de comienzos de siglo. Carrasquilla escribe sobre calles, barrios, iglesias, urbanismo y, al mismo tiempo, expresa una temprana preocupación por la sostenibilidad de la ciudad”, explicó Giraldo.
La nueva edición responde a un proceso de investigación y cotejo de fuentes. Durante más de un año, Giraldo trabajó en los archivos de la Biblioteca Pública Piloto y de la Universidad para comparar las versiones originales publicadas en El Espectador con las ediciones posteriores de las obras completas. El resultado revela errores y omisiones acumuladas en las ediciones de 1952, 1958 y 1990, que distorsionaron aspectos del estilo y contenido del escritor.
“Nos encontramos con divergencias serias entre versiones. Por eso decidimos volver a las publicaciones originales para ofrecer una edición fiel a las decisiones del propio Carrasquilla, con la ortografía modernizada para acercar los textos al lector contemporáneo”, señaló Giraldo.
Los artículos, que oscilan entre la crónica, el ensayo y el cuadro de costumbres, muestran un Carrasquilla crítico frente a los procesos de modernización de Medellín. Aunque el autor ya gozaba de reconocimiento nacional cuando empezó a colaborar con El Espectador, sus textos van más allá de la celebración localista: cuestionan la urbanización acelerada, la pérdida de patrimonio y los desequilibrios entre el desarrollo económico y la naturaleza.
En uno de los textos finales, publicado en 1925, Carrasquilla realiza un recorrido histórico para mostrar cómo la ciudad que él había narrado estaba desapareciendo bajo nuevas transformaciones urbanas. Esa tensión entre lo que permanece y lo que se pierde convierte a estos escritos en un testimonio para comprender a Medellín.
La publicación también proyecta un perfil más complejo del autor. Según Giraldo, Carrasquilla se revela como un intelectual con fuerte arraigo en su ciudad, pero a la vez con una visión crítica: “Celebra la vida local, pero no desde un patriotismo ingenuo. Señala los riesgos de una economía que avanza sin equilibrio social ni ambiental. Incluso plantea la necesidad de parques y espacios públicos, una idea avanzada para su tiempo”.
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Además, la relación de Carrasquilla con el agua —ríos, quebradas y alcantarillado— aparece como un eje central de su reflexión. Para Giraldo, estas preocupaciones lo sitúan como un precursor de debates actuales sobre sostenibilidad urbana.
La aparición de Medellín marca, por tanto, un doble acontecimiento: devuelve a los lectores un conjunto de textos olvidados o desfigurados por ediciones previas y permite releer a Carrasquilla como un cronista de ciudad, preocupado por el equilibrio entre tradición, modernidad y naturaleza.